El próximo 10 de noviembre los españoles votarán a quienes serán sus representantes en el Congreso de los Diputados y en el Senado. Desde el minuto uno en que se supo que habrá nueva cita electoral se han sucedido las cábalas sobre posibles resultados. Todas las encuestas se refieren al reparto de escaños en el Congreso, que es la cámara donde se decide el futuro Gobierno de España. Ninguna sobre la composición del Senado, que a nadie parece importar.

Durante años llevamos oyendo y viendo en los programas electorales propuestas para la reforma e incluso la supresión de la Cámara Alta, definida como un órgano de representación territorial erróneamente, porque la elección de sus integrantes se basa en circunscripciones provinciales, como ocurre en el Congreso, y sus señorías se agrupan también por partidos políticos, no por su origen. Por algo le llaman cementerio de elefantes. Hay quien sostiene que esta cámara no desaparece porque no interesa a los grandes partidos, ya que es una fuente de financiación para sus cargos, muchos de ellos con funciones en las formaciones políticas, que de esta manera se ahorran sus emolumentos. Los senadores cobran 2.813 euros brutos al mes (por 14 pagas al año), más otros 1.822 euros, también brutos, para todos aquellos que proceden de cirscunscripciones fuera de Madrid.

Pocas veces, o ninguna, dan cuenta de la labor que desarrollan, que por otro lado es limitada, por las propias limitaciones de las competencias de la Cámara Alta. El propio Pedro Acedo, que ha sido senador del PP durante cinco meses, al conocer que no volverá a encabezar la lista de su partido el 10 de noviembre, comentaba que no había dado motivos para no repetir, en lugar de enumerar sus aportaciones. Tal vez estaría bien que cuando nuestros senadores, como nuestros diputados, terminan una etapa, rindieran cuentas a sus electores del trabajo realizado y de las propuestas que han presentado para justificar su representación en Madrid. Tal es su indiferencia, que cuando los partidos han hecho públicas sus candidaturas a ambas cámaras, simplemente han dado a conocer una relación de nombres, sin justificar los motivos por los cuales estos políticos se merecen representar a los ciudadanos en tan altas lides.

Esta semana se ha confirmado el rumor a voces de que el todavía alcalde de Badajoz, Francisco Javier Fragoso, encabeza la lista del PP al Senado por la provincia. Lo ha decidido él porque es el presidente provincial del PP y la propuesta de la candidatura es aprobada por el comité provincial electoral, que es elegido a su vez por el comité ejecutivo provincial, que Fragoso preside. Vamos, que quiere ser senador y ha relegado a Acedo a un segundo puesto para asegurar que lo consigue. No las tiene todas consigo, porque los senadores se eligen con una lista abierta y los electores votan a candidatos individuales en lugar de partidos, de manera que pueden elegir tres nombres de distintas siglas incluso.

El alcalde pacense (que dejará de serlo en verano del 2021 por el acuerdo de alternancia alcanzado en el ayuntamiento con Ciudadanos) ha dicho que quiere ir al Senado para aportar toda su experiencia política a la Cámara Alta, donde defenderá a la provincia y a Badajoz, a sabiendas de que las voces locales no se alzan en este hemiciclo. Hasta su socio político, Cs, ha dado por hecho que su objetivo es absolutamente personal y lo que busca es asegurarse su futuro político. Nada de volver a dar clases a la Universidad de Extremadura, donde tiene su plaza, como tantas veces ha repetido para justificar que él puede estar tranquilo porque no le va la vida en esto. De momento parece que sí.