El alcalde de Badajoz, Francisco Javier Fragoso, debe disfrutar de un buen fondo de corbatero. Presume en petit comité de que tiene por costumbre hacer coincidir el color o el dibujo de la corbata que elige al amanecer el día, con alguno de los motivos de las muchas actividades que componen su agenda como alcalde. En alguna ocasión en la que ha hecho uso de esta simbología ha explicado a la prensa por qué esa mañana lleva ese accesorio en concreto.

Para la visita programada que realizó el viernes en Mérida al presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, se anudó al cuello una corbata con estampado de candados. Aunque Fragoso negó la alegoría, no exenta de significado, el diminuto dibujito que adornaba su pechera podía simbolizar la situación a la que se enfrentaba esa mañana. Las decenas de candados que ordenados en fila componían la tela iban acompañados de su correspondiente llave, o sea, que se podían abrir. Decenas de candados con sus correspondientes llavecitas doradas que bien podrían corresponder al montón de peticiones que el alcalde ordenó en un dossier dispuesto a abrirlos uno a uno ante jefe del Ejecutivo regional, aprovechando que no son muchas las ocasiones en las que es citado para que Vara tome nota de sus cuitas. Al menos de manera tan larga y tendida.

El encuentro del viernes se prolongó casi hora y media. Lo que ocurrió dentro solo ellos lo saben. Fragoso dio cuenta a la salida de la lista de necesidades de la ciudad que, en su mayoría, son competencia directa de la Junta o el ejecutivo autónomico forma parte esencial para su desarrollo o puede mediar ante el Gobierno central: el traslado del centro de salud Los Pinos, uno nuevo para Las Vaguadas, un instituto en Cerro Gordo, agilizar la obra de la Ronda Sur, la aportación pendiente para rehabilitar la Alcazaba, la creación del Consorcio del Casco Antiguo, más apoyo al Carnaval y a su museo, el desdoblamiento de la carretera de Olivenza y de la que conduce al cuartel militar de Bótoa, un plan estratégico de impulso al pequeño comercio, la creación de una nueva residencia de mayores no dependientes y centros de mayores en Suerte de Saavedra y Las Vaguadas y la construcción de más viviendas sociales en la ciudad, entre otras muchas demandas.

Creemos que todo lo que contó fuera lo dijo dentro y que no omitió, por ejemplo, la reclamación de la deuda del IBI que mantiene la Junta con el ayuntamiento o el reproche de servicios sin cubrir en la barriada de Cerro Gordo, que se creó a 7 kilómetros del casco urbano por empecinamiento de Rodríguez Ibarra. Pero el balance del encuentro se quedó cojo sin conocer la posición de Fernández Vara. Si el presidente hubiese hecho declaraciones a la salida, estas manifestaciones servirían de comprobante público de los compromisos adquiridos.

Y si fuese verdad que una reunión con este formato da sus frutos, estaría bien convocarla más a menudo, en lugar de que los mandatarios de ambas administraciones esperen cuatro años para compartir este momento de intimidad. Decía el portavoz municipal socialista, Ricardo Cabezas, que Vara conoce de sobra los problemas de Badajoz porque ya se encarga su grupo de transmitírselos. Recordárselos de vez en cuando no está de más, aunque quizá sería mejor que todos los ciudadanos supiesen de boca del presidente de la Junta qué posibilidades tienen de hacerse realidad estas peticiones, que en sí mismas carecen de color político y responden a necesidades incuestionables de Badajoz. Vara tiene las llaves de todos estos candados y debería concretar cuáles está dispuesto a abrir.