Parece, a juzgar por las evidencias, que ciertos adelantos poliorcéticos, como el trabuco, llegaron --o se reintrodujeron-- en Occidente después de la Tercera Cruzada y que, si hablamos de la península Ibérica, el primer suceso donde se documenta con bastante certeza es en la conquista de Salvatierra por los almohades (1211). Pero la llegada de técnicas nuevas -o antiguas reinventadas- no resultaba novedoso aquí. Lo explico porque sin este vaivén introductorio es difícil explicar la evolución arquitectónica de Badajoz, por mucho que las investigaciones hayan trazado hasta ahora una evolución demasiado lineal.

A finales del siglo XI, mientras en Garnata reinaba Abd Allah b. Zirí, en Batalyaws, Umar al-Mutawakkil, y, en León y Toledo, Alfonso VI, se produjo un hecho, en aquel interminable panorama de guerras y guerritas entre taifas islámicos y neogóticos. Una guarnición leonesa había acudido para hostigar a los granadinos y se había apoderado de un castillo llamado Belillos, cercano a la capital del Darro -pudiera ser el actual Moclín-. Por uno de esos movimientos pendulares del acontecer guerrero los soldados de Alfonso abandonaron el castillo sin desmantelar sus defensas. Nos lo cuenta con cierta precisión el propio rey garnatí en sus llamadas Memorias. Sus técnicos castrenses estudiaron con detenimiento unas «mejoras» introducidas por sus enemigos y no destruidas. Él mismo explica cómo, inspirándose en lo que vieron, pusieron al día la ampliación acometida poco después en el propio recinto de su capital. Ahí quedó la noticia. La interrogante, para nosotros, es saber en qué consistía lo copiado y en qué medida esas pocas palabras en un texto están describiendo, sin hacerlo notar, un hecho de trascendencia: la llegada de corrientes constructivas, en este caso poliorcéticas, a Al-Ándalus, donde la supremacía tecnológica era, desde 711, de los árabes. Creo que hay dos elementos raros en la muralla levantada por el zirí: las tres torres de tendencia circular del sector del Albaicín y los restos del llamado Puente del Cadí. La primera de las rarezas tiene también relación con Badajoz. O se le ha querido dar. Creo que es, solo, una insuficiencia bibliográfica y, claro, arqueológica.