Pongo fin a esta larga serie no sin antes mencionar a ciertos movimientos a los que se llama «regionalistas», y que a veces son nacionalismos en tono menor. Manejan en ocasiones argumentos falaces, con los mismos falsos propósitos de los que escribimos con mayúsculas. Algunos existen en España desde antiguo, pero no me cabe duda de que el llamado Estado de las Autonomías les ha dado alas. Y con ellas a la manipulación, que no es lo mismo que el sentimiento. Vean si no el falso mito de Omar b. Hafsun, el indígena rebelde contra Córdoba cuyo entierro fue organizado para hacerlo parecer cristiano, siendo, como era, musulmán. Se le ha utilizado como si fuera un protoandaluz defensor de los derechos de un pueblo y de una nación, la andaluza, tan míticos y falsos como los de la España eterna. Se ha pretendido patrimonializar todo el legado cultural andalusí como si fuera andaluz. Y esto, claro está, no es lo mismo. La mayor parte de los andaluces no proceden de los andalusíes sino de los repobladores castellanos y de los llegados después. Entre ellos muchos negros. Sevilla y Lisboa fueron los dos centros negreros más importantes de Europa hasta que Inglaterra se hizo con ese provechoso negocio.

Aquí, en Extremadura, ha habido algún intento, creo que con poco éxito, de exaltar al famoso Abd al-Rahman b. Marwan como una suerte de protoextremeño, enfrentado a los emires cordobeses para defender los intereses de su patria. Lo he leído en un trabajo académico que obtuvo buena calificación. Es absurdo del todo. Las proyecciones históricas son siempre erróneas. De muchas cosas sabemos muy poco y el cúmulo de circunstancias a las que hubieron de enfrentarse esos personajes son irrepetibles e intransferibles. Envolverlos ahora en banderas inventadas, estrambóticas y ridículas y reivindicarlos como defensores de causas muy posteriores es absurdo. Alguien ha colgado en Wikipedia que el negro de la bandera de Extremadura es por los aftasíes. Da risa. Ni tuvieron bandera conocida, ni fueron antecedente de nada de lo que pasa ahora aquí. No todas las barbaridades históricas se expresan en nombre de los grandes nacionalismos. No le busquemos tres pies al gato. Ahora sí. Fin