Miren donde estamos en lo de El Campillo. Se ha aceptado la Arqueología como un mal necesario -no de otro modo se explican los regateos anteriores a hacer «excavaciones en extensión»-. Salió a concurso un proyecto de intervención -con idéntico resultado que siempre- lo que no deja de ser, con todo, un avance. Se ha contratado un equipo de técnicos y se está excavando. Incluso han aparecido restos históricos donde antes, se decía, no había nada, porque la roca está muy superficial. ¡Una pasada de actuación! No hay noticias, por ahora, de la exhumación de restos demasiado antiguos. Pero es mucho más que interesante el descubrimiento de lo que queda del primer urbanismo moderno de Badajoz. Disponíamos de abundante información documental sobre esa zona y, por lo tanto, podía adivinarse el resultado. Otra cosa es concordar la documentación con los hallazgos. Eso puede ser labor ardua. Se ha llegado al exceso -conociendo los antecedentes- de mostrar lo excavado durante la Noche en Blanco, explicado por los propios excavadores. Hasta ahí, chapó. ¿Y ahora? ¿Se van a levantar lo exhumado o solo una parte? ¿Se piensa musealizar lo que se deje, integrándolo en lo «vanguardista» de la zona edificable? Y ¿la memoria escrita de lo documentado va a ser la misma castaña que la de las últimas, o penúltimas, excavaciones en la Alcazaba? ¿Quién la supervisó? Aparentemente, especialista no era. Más bien paracientífico. Y, en otro orden de cosas, ¿y los actuales vecinos de El Campillo? ¿Volverán a sus casas rehabilitadas? ¡Son tan banales e injustos los argumentos utilizados para desplazarlos! ¡Es tan clasista el punto de vista que motiva la intervención, que, a pesar de alguna virtud, no deja de provocar mucha inquietud en cualquiera con la mínima sensibilidad social. Ya ha habido quien la ha expresado con muy sincera desazón. ¿Se deben confrontar las actuaciones científicas -si es que pasan de la mera toma de datos- con la indignación de quienes, por débiles, se ven atropellados e impotentes? A eso deben algunos llamar progreso. La Arqueología, si lo es, no puede hacerse por encima de los débiles. A la urbanizadora del Campillo, dejémoslo claro, no le importan ni la una, ni los otros.