Normalmente, la labor que realizan los voluntarios, pertenecientes a las diferentes organizaciones sin ánimo de lucro, se pone de manifiesto cuando sucede una catástrofe o algún hecho singular. Sin embargo, se le suele prestar poca atención a la labor que realizan diariamente, con diferentes colectivos y en diferentes ámbitos de la vida de la ciudad.

Se trata de una labor callada que desarrollan en numerosos ámbitos: repartir comida, dar clase de apoyo a niños en horario extraescolar, enseñan a cocinar, enseñan a las personas que en su momento no pudieron aprender a leer y escribir, etc., etc.

Son personas que renuncian a parte de su tiempo y se entregan en cuerpo y alma a la labor que realizan, aunque también es cierto que como contrapartida se encuentran satisfechas por sentirse útiles. Además, cubren parte de las necesidades de la sociedad que deberían cubrir las Administraciones públicas.

Pero también son admirables las personas que acuden a los diferentes centros a obtener una mayor formación y cultura, que les interesa todo lo que les cuentan. Generalmente se trata de jubilados, de amas de casa, etc. Personas que normalmente no tuvieron la posibilidad, en muchos casos, ni de ir a la escuela, con lo que sus carencias son muchas. Pero su afán de aprender es tan intenso que deberían ser el modelo de otras muchas, que habiendo tenido acceso a la educación no lo han aprovechado.

Evidentemente, la sociedad tiene una deuda con ellas, que quizás nunca les pague adecuadamente, pero ellas han tenido el coraje de formarse cuando se les ha dado la oportunidad, a través de estas organizaciones y su personal que sin ánimo de lucro les ofrecen subsanar las carencias que en temas de formación tienen. Desde aquí quiero felicitarlas porque son un ejemplo para todos.