Quizás sea la primera y última vez que escriba acerca de la universidad. Llevo muchos años trabajando en ella y no quiero ser desagradecida con la institución que me ha permitido desarrollar una parte importante de mi carrera profesional.

Me gustaría hacer una pequeña reflexión sobre lo que va a suceder en pocos meses en nuestra Universidad. En poco tiempo va a ser necesario renovar muchos de los estamentos que componen, actualmente, la Universidad: consejos de departamento, juntas de facultad y de centro, etcétera.

La renovación incluye, por un lado, la elección de los miembros de las juntas de facultad y de centro y, por otro lado, la elección de los decanos de las facultades y los directores de centro por parte de los miembros electos de las juntas de facultad y de centro. Y lo mismo ocurre con los directores de departamento.

De ahí la importancia de estas elecciones, que se realizan cada cuatro años, de ellas dependerán la gestión adecuada o no de toda la vida académica de las facultades y centros. Por ello, es necesario elegir a personas sensatas, con las ideas claras de a dónde debe ir la universidad. Y evitar, en lo posible, elegir a personas que sólo buscan su interés personal o que intentan, a través de su pertenencia a juntas de facultad o centro, alcanzar cuotas de poder personal.

Hemos presenciado, en más de una ocasión, como facultades que funcionaban perfectamente han perdido parte de su prestigio por no haber sabido elegir la persona adecuada para gestionarla, ya que estas estaban pensando más en su propia promoción que en el bien del estamento al que representaban. Por ello, desde mi humilde opinión, se deben elegir a representantes que persigan el bien común y no el particular; y añadiría que hayan demostrado su capacidad de gestión, algo que no todo el mundo sabe o quiere aprender.