Los acontecimientos que tuvieron lugar el 22 de mayo del 2021 en el Nuevo Vivero han alcanzado la categoría de innombrables.
El Badajoz buscaba el ascenso a Segunda División con el apoyo de su gente, y partía a priori como favorito ante un Amorebieta que, sobre el papel, era el rival más asequible para un conjunto que había sido el mejor equipo de una categoría con más de cien clubes en su año más atípico.
Durante los días previos se vivió una verdadera locura, con una afición que pasó varios días y noches a la intemperie en los aledaños del Nuevo Vivero para conseguir una entrada.
El gran día llegó en medio de una nube de optimismo. Moderado, en el caso de la plantilla y jugadores y algo más visceral en el caso de la hinchada pacense.
Al equipo por aquel entonces dirigido por Fernando Estévez le bastaba con un empate para sellar ese ascenso. Era la única ‘ventaja’ que le había dado ser el mejor equipo de la división de bronce. Otros años tenían una segunda oportunidad y esta temporada cuentan con ascenso directo. Pero al contar con el apoyo de su gente, el Badajoz lo daba por bueno.
Un solitario gol de Íker Bilbao mediado el primer tiempo y una férrea defensa del Amorebieta transformó el sueño en pesadilla e inundó en lágrimas al coliseo pacense. El gran aspirante había besado la lona contra todo pronóstico. Este fue el principio de toda una sucesión de adversidades que aún perviven en el club.
