Hay un conocido dicho que asegura que la fe mueve montañas. Y es el que parece estar aplicando el Badajoz en este inicio de temporada. A falta de otras virtudes, a las que aún le queda un largo camino por pulir, los blanquinegros son infranqueables en defensa --aún no han encajado un solo gol en tres partidos-- y se abonan a la épica para poder transformar los empates en victorias. Pasó ante el Talavera, con un penalti que permitió a Pardo poner rúbrica en los últimos minutos. Y la jugada se repitió este viernes ante el Dux, donde de nuevo los once metros se tornaron decisivos para lograr el triunfo en el tiempo añadido.

Una de las asignaturas pendientes de este equipo es el gol. De los tres tantos que han logrado en otros tantos partidos, dos de ellos han llegado desde el punto fatídico. Esto es algo que no parece inquietar a un Óscar Cano que pone el foco en que el balón acabe dentro de la portería. «Para que sea penalti tienes que pisar el área», afirma. Pese a ello, el técnico blanquinegro reconocía que no fue su mejor día. «Nos ha costado encontrarnos en el partido. Hemos tenido que jugar mucho por fuera y hemos estado incómodos», explicaba. 

Cano, al mismo tiempo, tiene claro que van a tener que sudar para sumar cada punto y sabe de la atípica situación que se está viviendo en el Nuevo Vivero. «Todos los que formamos la familia del Badajoz estamos haciendo una pretemporada mientras jugamos», aseguraba. 

Pero si hay algo que ha puesto en valor el entrenador del Badajoz ha sido la fe de la afición. Su apoyo incondicional sin voces discordantes durante más de 90 minutos. «Esto no es normal», declaraba mientras recordaba su paso por grandes estadios como Granada, Castellón o Betis Deportivo. «Es acojonante. Esto no lo he visto en mi vida. No recuerdo un silbido ni una mala palabra a un jugador ni al cuerpo técnico en los 95 minutos de partido», dijo asombrado.