Opinión | el embarcadero

Extrañezas

Algunos de los hechos que estamos presenciando durante las últimas semanas resultan, como mínimo, insólitos. Tenemos un tiempo más propio del mes de abril y las ansiadas lluvias, por suerte, parecen quedarse en junio. Tras el 28-M y el anuncio de convocatoria de elecciones generales para el 23 de julio, media España se encuentra reajustando sus vacaciones. La otra, solicitando el voto por correo y rezando para que no le toque estar en una mesa electoral. Ir a votar en plena canícula será novedoso. Otra de las extrañezas que me han llamado la atención estos días ha sido cómo un partido de extrema derecha –el de las tres letras– ha irrumpido en la Asamblea de Extremadura con cinco escaños, sin apenas ser conocido su candidato a la Junta ni poseer un programa electoral específico para la región y, lo que es más chocante, sin creer en el Estado de las autonomías y con la centralización de competencias como parte de un ideario en el que no faltan su mantra «ley y orden» y un patriotismo barato, de banderita, que huele a naftalina. A nadie se le escapa que el domingo pasado muchas personas votaron con las vísceras, como si al depositar su papeleta en la urna vertieran ahí toda su inquina acumulada hacia el partido político que no es de su cuerda, sin pararse a pensar demasiado en cuál ha sido la gestión de quienes nos gobiernan en ayuntamientos y comunidades autónomas ni cuáles son las propuestas de unos y otros. Desde luego que el pueblo es soberano y decide lo que le viene en gana. Faltaría más. Ahora bien, también es cierto que el blanqueamiento de Vox y de sus postulados más extremos –aquellos vinculados con la negación de la violencia de género y el cambio climático o en contra de derechos para las mujeres, las personas migrantes o el colectivo LGTBI– es muy peligroso. Ya contamos con la experiencia de su llegada a las instituciones. La cercana Castilla y León es un ejemplo, con un vicepresidente, Juan García-Gallardo, cuyas declaraciones incendiarias y provocadoras son recordadas. ¿Ocurrirá algo así en Extremadura si se conforma un gobierno PP-Vox, como todo parece indicar? Quién sabe lo que nos deparará el futuro, más allá del horizonte del 23-J, en el que las fuerzas de izquierda se juegan mucho. Ni más ni menos que poder frenar una ola reaccionaria e involucionista que, cual tsunami, puede acabar sepultando gran parte de los derechos sociales logrados hasta la fecha en este país.