Opinión | LA ATALAYA

Afinando (XXIII)

Lo escrito, que ya es mucho, tiene que ver, antes de nada y en lo referente a la actual Extremadura, con el papel jugado por esta zona geográfica en el contexto político y económico de cada época. Y me estoy limitando solo al período en que formó parte del mundo árabe- No deja de ser motivo de reflexión el hecho de que, pese a su excentricidad territorial, fuese un escenario destacado en el desarrollo de acontecimientos muy relevantes. Y eso, como parece natural, se reflejó en su arquitectura militar. Porque el estudio de las fortificaciones, urbanas o no, no debiera abordarse con la mentalidad de quien juega a los castillos y a los guerreros -se escribe continuamente una abundante bibliografía de ese modo-. Digamos que una muralla es un exponente más del desarrollo tecnológico de una sociedad y de su mentalidad con respecto a sus vecinos y a sus propios integrantes. Me interesa subrayar el modo, a veces sorprendente y por motivos insospechados, en que se conectaron los dos polos del Mediterráneo. El extremo occidente peninsular con el extremo oriente siro-palestino. La política de cada momento dio protagonismo, a veces, a lo que los árabes de los siglos IX y X conocieron como Marca Inferior. No todo tuvo como paisaje indispensable a Marida y a Batalyaws. También echaron su cuarto a espadas -nunca mejor dicho- otras plazas: Cáceres, Trujillo y varias más. Cada una en su momento.

Las dos ciudades fueron el mejor exponente del cambio cultural de la región. Batalyaws sucedió a Marida como centro administrativo, cuando las medidas políticas -fundación de una nueva plaza- sustituyeron a las represivas -erección de la alcazaba maridí-. Y, curiosamente, fueron los árabes quienes erigieron, de la mano de un sirio, una obra de tradición romana-oriental, en un lugar intensamente romanizado. La tecnología no entiende de ideología. Eso no convierte a la fortaleza emeritense en romana, pero sirve para comprender que, en ciertos ámbitos, los adjetivos que le damos a las cosas no ayudan a su mejor comprensión, sino que desvirtúan su significado. Mucho más si son epítetos de carácter religioso. Las creencias, en esto de la poliorcética, van aparte. Es lógico imitar lo mejor del enemigo.