Opinión | Disidencias

Alcaldes

Luis, Manolo, Miguel, Gabriel y Fran, alcaldes de Badajoz

Hoy, 23 de mayo, se cumplen 40 años desde que Manolo Rojas tomara posesión como Alcalde de Badajoz. Pasaron una guerra civil, una larga dictadura y una intensa transición hacia la democracia para que un alcalde socialista volviera a regir los destinos de la ciudad. Antes que él, en la I Legislatura democrática, ocupó el cargo Luis Movilla, un hombre amable y tranquilo, que supo pilotar con generosidad y su habitual educación aquellos complicados años donde todo estaba por hacer. Rojas estuvo en la Alcaldía hasta diciembre de 1991 y, aunque su marcha fue inexplicable, abrupta e inesperada, nadie pone en duda su capacidad para seducir e ilusionar a los vecinos, su visión de presente y futuro de la que aún hoy vivimos y cómo luchó para que Badajoz saliera de las sombras y pudiera convertirse en una ciudad moderna.

Tras su marcha, y hasta 1995, tuvo su oportunidad Gabriel Montesinos, poco más de tres años de sobresaltos, que le impidieron brillar como merecía, pero que supo mantener con dignidad entre las zozobras provocadas por una ciudad a la deriva. En 1995, llegó Miguel Celdrán, simpático, locuaz, trabajador, eficaz gestor de equipos, con un liderazgo abrumador, férrea defensa del ahorro y la gestión ordenada y equilibrada en todos los ámbitos y querido por una inmensa mayoría. Celdrán, y quienes le acompañaron hasta 2013, cuando se retiró, convirtieron a Badajoz en una ciudad nueva, diferente, más amable y con un potencial sin límites. El mejor y el que más tiempo ha estado en el cargo.

Después, vino Fran Fragoso, quien durante ocho años tuvo que regir una ciudad a donde también había llegado la nueva política, o sea, el fin del bipartidismo, con sus luces y sombras, Plenos infernales, negociaciones extenuantes, algunas traiciones y no pocos éxitos, además de vivir los momentos más duros de la pandemia y tener que renunciar por imposición de un acuerdo entre partidos. Sin embargo, su experiencia municipal, todo lo aprendido al lado de Celdrán y sus amplios conocimientos, prácticamente, de cualquier materia, le permitieron ser un alcalde, pese al hostigamiento, que generó consensos y logró fondos estatales y europeos para proyectos recién finalizados o en vías de ejecución.

Ignacio Gragera, después de dos años, le va cogiendo el tono a Badajoz, aunque deberá revalidar, no tanto en las urnas como en el día a día, si aquellas se lo permiten, su estilo y capacidad en una gestión no exenta de dificultades.Todos los anteriores a Gragera –Luis, Manolo, Miguel, Gabriel y Fran- reunieron las cinco cualidades que ha de tener un buen alcalde: 1. Querer, sentir y conocer a su ciudad. 2. Ser consciente de que Badajoz es complicada, plural, diversa y muy suya y la dificultad para lograr equilibrios y consensos requiere proximidad a la gente, responder, aunque sea no y realismo a raudales. 3. No todo es calle ni todo es despacho y abrazar al vecino es mejor que esconderse de él. 4. Está de moda la impostura, la pose, la red social, cuando lo que se aprecia de verdad es la transparencia, la verdad y la sinceridad. Y 5. Como decía Miguel, gobernar es dar la cara, aunque te la partan. Ah, y no dejar cadáveres por el camino.

Esperemos que a quien ahora le toque siga la estela de lo mejor de cada uno de los anteriores y el ejemplo del mejor del todos. 

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