Opinión | LA ATALAYA

Afinando (XV)

Llegados a este punto hay que mirar atrás, para hacer una leve recapitulación. Mientras en la región siro-palestina cruzados y ayyubíes se daban estopa, en la península Ibérica se estaba fraguando un enfrentamiento a gran escala, muy superior a los habidos en lo que llevaba transcurrido de Edad Media. La sucesión del reino de Castilla fue laboriosa, por la minoría de Alfonso VIII. Su tutela provocó una gran rivalidad entre dos poderosas familias: los Lara y los Castro. Y, al sur -en al-Andalus- se había producido un cambio radical. Una dinastía amazig, surgida del corazón del Atlas, los almohades, transformaron radicalmente el panorama político y, también, religioso –al menos oficial-. Rechazaron el derecho malikí, que había regido la aplicación de la Ley coránica en sus ámbitos religiosos, políticos y civiles y se cambió casi todo, hasta los pesos y las medidas. Es bien cierto que la nueva dinastía –“al-muwahhidun” viene a significar unitario- tuvo una evolución ideológica algo errática, pero durante el reinado de los tres primeros monarcas no hizo más que fortalecerse, controlar un territorio inmenso, de norte a sur y de este a oeste, y establecer su supremacía militar sobre todos los principados peninsulares. No todos eran latinos, también había alguno árabe, véase el caso de IbnMardanish, en la zona murciana. Y, claro está, se dedicaron, sobre todo entre los gobiernos de Yusuf I y de Yaqub I, a reforzar las fronteras. Para eso hubieron de restaurar las principales plazas y puntos estratégicos. No solo guarneciéndolos con tropas de probada fidelidad, sino renovando sus fortificaciones. Poniéndolas en estado de revista, adaptadas a una nueva estructura castrense, muy dependiente de la propia del imperio, que venía a ser una confederación de tribus. Y, por cierto, con un uso, no nuevo pero si intensivo, de contratación de mercenarios procedentes del norte ibérico.

Aquí comienza el cambio real en las fortificaciones, a ambos lados de la frontera cultural. En el mismo momento, o casi, las órdenes militares cristianas irrumpieron en el panorama como un factor de primera importancia, también económica. Su modelo estaba en el Levante del Mediterráneo. Otra influencia oriental.