Opinión | EL EMBARCADERO

El verdadero Día de Extremadura

Seguro que les habrá ocurrido algo similar a esto: les hubiese gustado conocer en persona a alguien que ya no está y cuya trayectoria vital les ha marcado de alguna manera. Es lo que me ha ocurrido a mí con uno de nuestros mejores escritores: Víctor Chamorro (1939-2022). Quienes lo trataron hablan de su honestidad, cercanía y humanidad; quienes lo hemos leído sabemos de su compromiso social, carácter independiente y pluma rebelde e insobornable, en la que no faltaba su crítica a las estructuras de poder y su oposición clara al discurso hegemónico, que le acarreó un injustificado ostracismo. Un vacío que se ha venido solventando en los últimos tiempos, por suerte, con homenajes a su figura y diversas iniciativas ciudadanas que recogen su legado, en el que se encuentra, por ejemplo, la recuperación de una fecha crucial para Extremadura. Y es que hablar del 25 de marzo es hacerlo también de Víctor Chamorro. La monumental y pacífica ocupación de fincas ocurrida esa jornada primaveral de 1936 en una tierra diezmada por el latifundismo y la pobreza, ante las promesas de una reforma agraria postergada, nos ha de interpelar y hacernos sentir orgullosos de la proeza de esos hombres y mujeres que solo buscaban mejorar sus pésimas condiciones de vida, su dignidad. Más que su derrota es su coraje la argamasa para constituir el hecho diferencial de nuestra región, al igual que lo es Villalar y los comuneros para Castilla y León, la Diada para Cataluña o el 2 de mayo para la Comunidad de Madrid. En mi opinión, hemos de reivindicar el 25 de marzo como una fecha esencial en la conformación de la identidad extremeña y, algo más allá, como el verdadero Día de Extremadura. No tiene mucho sentido que lo sea una festividad religiosa: el 8 de septiembre, por la devoción que algunos habitantes, los católicos, profesan por la Virgen de Guadalupe. Su elección en 1985, ha reconocido recientemente en televisión el entonces presidente de la Junta, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, fue una «cacicada suya». El conocimiento y la reivindicación de la pacífica revolución campesina del 25 de marzo de 1936 es imparable, la semilla está germinando y ya se ha convertido en un faro que ilumina las luchas del presente -contra el extractivismo, la precariedad, el clientelismo o la emigración- y los anhelos de justicia social del pueblo extremeño.