Opinión | la atalaya

Afinando (XIV)

A ntes de proseguir con el asunto que me ocupa debo aclarar, para hacer comprender cómo los contactos culturales producidos en torno a la Tercera Cruzada conllevaban un gran componente familiar y cómo las relaciones entre príncipes, aunque a veces fuesen enemigos, solían dar lugar a intercambios culturales. Y no debe olvidarse que la guerra, a pesar de la dificultad de aceptarlo, es también una actividad cultural. Siempre da lugar a trueques de tecnología, aunque solo sea para no dejarse superar por el enemigo. Pues bien, lean con atención: Alfonso VIII de Castilla se casó con Leonor de Inglaterra, cuya madre era Leonor de Aquitania. Su segundo marido fue Enrique II de Inglaterra. En consecuencia, el castellano, derrotado en Alarcos (1195) y victorioso en las Navas de Tolosa (1212) era cuñado de Ricardo I de Inglaterra y de su hermano Juan I, llamado Sin Tierra. También era suegro de Alfonso II de Portugal, por la boda de éste con su hija Urraca, y de Luís VIII de Francia, consorte de Blanca, y de Juan I de Aragón, marido de Leonor. Con semejante panorama parental resulta difícil imaginar que no hubiera contagios intelectuales, ni influjos técnicos, especialmente en el campo castrense.

Y hay más. Los grandes enemigos del susodicho don Alfonso fueron los almohades, cuyas relaciones con los ayyubíes, es decir con Saladino y sus hermanos, parecen haber sido excelentes. De hecho, en la guardia del califa de Marraqués formaba un nutrido contingente de arqueros, súbditos, al menos en teoría, del gran monarca curdo. Y, cuando éste tuvo noticia de que se estaba fraguando la Tercera Cruzada, pidió a su colega, el soberano magrebí, que mandase a sus navíos a aplicarse contra aquellos que transportaban guerreros occidentales a luchar en Palestina. No debe extrañar por lo tanto la presencia de elementos poliorcéticos medio orientales en los territorios de los príncipes musulmanes y cristianos de la Península Ibérica. Y aquí fue donde Batalyaws jugaría un papel, no diré fundamental, pero sí muy destacado. Sus murallas fueron testigos privilegiados de todos estos procesos, porque, por esas fechas, se había convertido en una plaza fronteriza de primera importancia para los unitarios.