Por las fechas en que estaba teniendo lugar la Tercera Cruzada, año más año menos, en la península Ibérica la situación política había cambiado. El sultanato magrebí de los almorávides se había hundido, vencido y sustituido por el califato de los almohades. Estos se habían extendido con bastante rapidez y habían creado un enorme dominio, practicando una teoría religiosa que, en su origen, hoy llamaríamos integrista. Tenía unas raíces puramente norteafricanas y acabó por engullir al-Andalus. El panorama, desde la perspectiva poliorcética de estas columnas, no había variado mucho. No afirmaré rotundamente, porque en arqueología eso es temerario, que los almorávides no levantaran fortificaciones, pero, si lo hicieron, no destacaron por innovar nada y mantuvieron una línea continuista. La razón principal fue su casi absoluto dominio militar durante un larguísimo período. A pesar de todo, las circunstancias comenzaron a cambiar y los principados septentrionales fueron despertando de su impotencia. Los años finales de la primera mitad del siglo XII contemplaron un enérgico renacer de la agresividad leonesa, con Alfonso VII, y, después, una pugna entre sus herederos, cuando Castilla y León volvieron a separarse. Y, también, un resurgir de los otros principados de mayoría cristiana.

Podríamos señalar indicios de influjos mediorientales en materia de poliorcética. La reina Urraca I (1081-1126) hubo de soportar, con buena fortuna, un duro asedio almorávide en Toledo -esa cabeza de puente en la frontera del Tajo-. Los almorávides, si creemos el testimonio de las crónicas latinas, emplearon un artilugio, quizás una torre móvil, muy próxima en su aspecto a algunas de las documentadas en el asedio de Acre por los guerreros franco-ingleses. Y, como novedad, poco analizada en la bibliografía, debo señalar la erección en los límites meridionales del reino leonés de unos peculiares recintos circulares, o casi, -Madrigal de las Altas Torres (Ávila), Cantalapiedra (Salamanca)- y algunos otros. Más se me antojan una evolución de las antiguas motas -pequeñas fortificaciones circulares, de llano- que una innovación de origen oriental. A Batalyaws los avances habían llegado todavía.