Opinión | la atalaya

Afinando (V)

Las fortificaciones andalusíes, cuando empezaron a edificarse recintos nuevos, no eran más que versiones muy simplificadas y modestas de las bizantinas. Y no digamos nada si las comparamos con el imponente recinto de la capital imperial de Oriente. Lo que afirmo, con todo el énfasis posible, es válido desde que se levantó el casi cuadrilátero de Mérida (835) hasta que se completó la majestuosa fortaleza de Gormaz, en el reinado de califa al-Hakam II. El romanticismo literario ha dado a los castillos españoles una aureola que conjuga mal con su desarrollo tecnológico. Aquí, en los islámicos y en los neogóticos anteriores al siglo XIII, no se emplea nada ni en puertas, ni en lienzos y adarves, ni en sistemas de tiro vertical u horizontal que iguale a sus contemporáneos romanos levantinos. Y los arqueólogos deberíamos entonar un “mea culpa” muy sentido. Por la falta de conocimiento de la poliorcética mediterránea oriental. O, mejor, por los estudios derivados del exclusivo manejo de fuentes secundarias. Por obviar el análisis detenido “in situ” de los principales hitos defensivos -no de sitios menores-del mundo medieval ultramarino. Todo ello partiendo de un insuficiente apoyo, por escasez lingüística y bibliográfica, ha llevado a un localismo exagerado. A veces las publicaciones de eso llamado “castellología” más parecen salpicaduras de las obras de Sir Walter Scott que trabajos científicos serios. Colega hay que sitúa la importancia de un recinto en su extensión, sin entender de técnica. Es cierto, la Alcazaba de Badajoz tiene una extensión muy parecida a la de Alepo (Siria), pero, fuera de la diferencia temporal de sus elementos, una es un corral al lado de la otra. Y no me estoy refiriendo a que el excelentísimo Ayuntamiento de esta maltratada ciudad la tenga abandonada a su suerte, dedicándola mayormente a conciertos; no. Es que aquí no hay un solo órgano parecido a los del siglo V, de Constantinopla. No me tomen por derrotista. Me limito a intentar ser riguroso, aunque no guste. La propaganda turística es cosa de otros. Pero verán como no todo es tan triste ni negativo. En algún momento histórico nuestra ciudadela fue vanguardia en la aplicación de novedades poliorcéticas.