Aparentemente el PP de Madrid no quiere a Antonio Cavacasillas como candidato a la Alcaldía de Badajoz. O prefiere a Ignacio Gragera, actual alcalde de Ciudadanos. Es lo que se deduce de los últimos acontecimientos. Ya está tardando en posicionarse. Al menos para evitar más disgustos al coordinador local del partido y portavoz municipal. Si el PP de Madrid quiere que su candidato sea Gragera debería anunciarlo, aunque solo sea por respeto a Cavacasillas, que en poco tiempo ha sufrido dos desplantes como las copas de dos pinos que lo han dejado a la altura del betún, por parte del partido al que rinde una fidelidad ciega que no merece. No la merece el PP de Madrid ni el PP regional. Ninguno le está teniendo el más mínimo respeto.

Cavacasillas es el candidato oficioso desde enero. Once meses llevan diciendo en su partido y él asumiendo con resignación que su confirmación compete a Génova y que todavía no es el momento y que en la misma situación de interinidad que está él, están otros candidatos de grandes ciudades, incluso alcaldes, algunos tan indiscutibles como el de Madrid, José Luis Martínez Almeida. Pero eso no hay quien se lo crea.

Cavacasillas no se rinde. Debe tener las espaldas muy anchas y ser muy leal a su carnet para aguantar lo que está soportando. Otro en su lugar se habría dado por vencido. Hay que tener ganas. Que se sepa y que hayan trascendido, dos desplantes ha sufrido por parte del PP, a cual más escandaloso. El primero en el Complejo Alcántara, cuando convocó a los afiliados de la provincia para presentar la estructura que lo iba a respaldar de aquí a las próximas elecciones. Una hora antes, cuando ya estaba el jamón en la mesa, alguien avisó de que se suspendía. Alguien del PP de Madrid, se supone, porque los de Madrid querían estar en el acto y ninguno pudo cuadrar la agenda. Tampoco eso hay quien se lo crea. Un cuento que ni de los hermanos Grimm. Podrían haber avisado antes para evitar el bochorno a Cavacasillas. La razón que más se acerca a la verdad es que el partido no podía permitir que el que aún no es candidato oficial protagonizase un baño de masas cuando siguen abiertas y por definir las negociaciones con otras formaciones de cara a las próximas elecciones.

Aquello entonces y ahora esto. Esto es el acto convocado el jueves en Badajoz con el presidente nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, para iniciar una campaña que lo llevará por otras ciudades en defensa de la unidad de España. Lo hizo acompañado de la presidenta regional, María Guardiola. Feijóo se lanzó a leer su discurso preparado, que no improvisado, hablando de temas nacionales, sin mencionar apenas a Badajoz. Hasta que puso el freno y, tras elogiar los avances que ha experimentado esta ciudad, quiso tener un recuerdo de agradecimiento hacia el alcalde popular ya fallecido, Miguel Celdrán, a quien destacó por su simpatía y don de gentes y porque había ganado cinco elecciones seguidas con mayoría absoluta. También se acordó de su sucesor, Francisco Javier Fragoso, sin más. Para, a continuación, como quien no quiere la cosa, dar las gracias al actual alcalde, el de Ciudadanos, «con el que estamos trabajando y gestionando la ciudad». ¿Trabajando? ¿Quiso decir que estamos trabajando con Gragera para que sea nuestro candidato? Todo eso soltó sin acordarse ni mencionar a Cavacasillas, que lo observaba y escuchaba impávido, sin saber hacia dónde mirar, sentado enfrente del atril en el que Feijóo apoyaba su discurso escrito, que no improvisado. Todo eso tras haberlo visto pasear con su homólogo cacereño, sin hacer después lo propio con quien se supone que es el aspirante en Badajoz. El gallego no da puntada sin hilo y todos estos movimientos parecen orquestados para deshacerse de Cavacasillas. Para que Gragera sea su candidato, el PP tendrá que convencer a los suyos de que no hay nadie más válido dentro del partido. No es fácil. A todo esto, Fragoso observa desde su asiento de emérito sin perder comba.