La conquista de Batalyaws por Abd al-Rahman III supuso un paso muy importante para que Qurtuba consiguiera reunir en la mano de la monarquía omeya la práctica totalidad del territorio occidental de al-Andalus. Podemos hablar, sin hacerlo en términos absolutos, de la antigua Lusitania romana. Mérida hacía años que había perdido su importancia administrativa, no la monumental. Pero las oligarquías regionales debieron dejar de usarla como residencia urbana. Y, si nos fijamos, a título de ejemplo, en lo ocurrido con la gran villa localizada en la dehesa de la Cocosa, las moradas rurales -en este caso se podría hablar de un hábitat nucleado por una residencia señorial, parte de la cual se habría convertido en mausoleo y centro de peregrinación local- también lo fueron. No deja de ser digno de mención que una parte substancial, y aparente, de las piezas escultóricas reaprovechadas en el alcázar de los Yilliqíes, en la Alcazaba, procediera precisamente de allí y del Foro, llamado municipal, de Augusta Emerita. No cabe la menor duda: esa primera arquitectura andalusí reunía, en la sede oficial de la dinastía indígena, un gran valor simbólico e, independientemente de su tradición artística, pudo tener más relación con edificios tardorromanos que con los islámicos cordobeses contemporáneos. Se manifestaba mediante el uso intensivo de “spolia” en los inmuebles representativos. Y la alcazaba batalyusí lo era.

En todo el dilatado proceso que medió entre las fechas teóricas de 875 y 930, la estirpe de Abd al-Rahman b. Marwan residió en un espacio arquitectónico adornado con elementos tomados de construcciones anteriores. Fue una escenificación del tira y afloja mantenido entre la aristocracia local, convertida al islam, y la dinastía árabe cordobesa. Esta era consciente de su incumplimiento de los pactos de la conquista, pero no podía permitir veleidades “autonomistas” capaces de poner en peligro su propia continuidad. Ni mucho menos, la negación de su derecho a la primacía sobre la comunidad de los creyentes musulmanes, aunque aquí no fuera el caso. Se aplicó un modelo abbasí, centralista, dando lugar a la rebelión de los poderes territoriales, interesados en mantener sus privilegios.