Al terminar el pleno extraordinario convocado para aprobar los presupuestos de la Diputación de Badajoz de 2023, el presidente de la institución provincial, Miguel Ángel Gallardo, no pudo más que agradecer «el tono» en el que se había desarrollado la sesión. En tiempos de disputa política continuada y enfrentamientos enquistados entre los grandes partidos, que dan al traste con la posibilidad de llegar a un mínimo entendimiento, es de agradecer que haya un foro en el que los grupos que representan a las distintas formaciones son capaces de ponerse de acuerdo y, no solo eso, de reconocer a quien ostenta el gobierno que lo está haciendo bien, a grandes rasgos -con algunas salvedades, claro está-, desde una postura de diálogo, comprensión, sentido común y pragmatismo. 

La pervivencia de las diputaciones se pone en duda y de vez en cuando resurge el debate sobre la idoneidad de su continuidad por el coste que supone esta cámara de representación. La respuesta desde dentro siempre es la defensa de la importancia que tienen las diputaciones para la subsistencia de los pequeños municipios. De lo que sí da ejemplo, al menos la de Badajoz, es del buen entendimiento entre los grupos políticos que están representados en la corporación provincial. El pleno de presupuestos transcurrió como la seda. En apenas una hora estaban debatidos, analizados y aprobados. Nada que ver con el desarrollo de los plenos en el Ayuntamiento de Badajoz. No hay sesión que se salve de disputas, faltas de respeto e incluso insultos. Sabemos que los concejales del equipo de gobierno y de la oposición son capaces de compartir mesa, mantel y cañas fuera del palacio municipal. Pero lo que es dentro, lo que traslucen los plenos es que son irreconciliables y así lo demuestran, sesión tras sesión. La última, sin ir más lejos.

El lunes pasado se celebró un pleno extraordinario a petición del PSOE sobre la situación de la institución ferial de Badajoz (Ifeba). Como viene pasando habitualmente, los concejales de una bancada reprochan a los de enfrente que exceden del tiempo asignado y hablan más que el resto. Está bien que las sesiones se organicen y no se eternicen, pero en asuntos como el tratado, que tanto está dando que hablar y consecuencias tan preocupantes está teniendo en la institución ferial, sus señorías deberían dejar explicarse al que denuncia y al que gestiona, que para eso estaban allí. No tenía sentido que el PSOE reprochase a la concejala de Ifeba, Blanca Subirán, que se estaba alargando demasiado en sus intervenciones, si precisamente para eso se había convocado esta sesión extraordinaria, que su dinerito costó. Digan entonces para qué ha servido este pleno, si se ha sacado algo en claro, salvo que los grupos municipales se llevan tan mal como parece y son incapaces de comportarse como adultos responsables interviniendo en un diálogo tranquilo, sereno y razonado, que es lo mínimo que se les pide para que estén donde están.

Casi nunca trascienden en los medios de comunicación cuando informan del desarrollo de los plenos del ayuntamiento pacense, las malas maneras con las que los concejales se dirigen unos a otros. Si los ciudadanos asistiesen al desarrollo de las sesiones a buen seguro cambiaría la percepción que tienen de los políticos que los representan. Habitualmente se interrumpen entre unos y otros y no hay pleno en el que el presidente -el alcalde- no tenga que llamar al orden a alguno de los concejales. Por no hablar de su incapacidad para escucharse. La posición de cada grupo es casi siempre un monólogo y el discurso previo no cambia con el desarrollo de la discusión. De casi nada vale el debate porque el voto llega decidido previamente. En muchas ocasiones el exalcalde Francisco Javier Fragoso ponía de ejemplo a la diputación cuando se votaban los presupuestos municipales, porque en la corporación provincial conseguían aprobarlos por unanimidad, como ha vuelto a ocurrir hace unos días. Los diputados son capaces no solo de ponerse de acuerdo sino de hacerlo desde el diálogo sereno, sin estridencias. El «tono», que diría Gallardo, y que en el salón de plenos del Ayuntamiento de Badajoz es demasiado agudo y ruidoso.