La Crónica de Badajoz

La Crónica de Badajoz

Rosalía Perera Gutiérrez

frontera

Rosalía Perera

En ruta

Tras la digresión gastronómica, volvemos a la ruta. Subimos por la Massachuset turnpike o MassPike, esa vía de peaje colonial que se señaliza con un sombrero que parece de copa y que era el que llevaban los peregrinos. Durante el siglo XIX, muchos granjeros y mineros de Estados Unidos, se dedicaron a construir carreteras para conseguir que sus mercancías llegaran antes y más seguras, después comenzaron a cobrar peajes por su uso. En esa política revisionista de la historia, extrema hasta la estulticia, que se hace por aquí y que ya nos ha salpicado por ahí, se retiró de su logo la flecha nativa americana que atravesada el sombrero por el medio, por la protesta de un grupo de alumnos de Secundaria. 

Una siempre ha creído que la historia hay que conocerla tal como fue, cruel y sanguinaria muchas veces, precisamente para no volver a repetirla, maquillarla con parámetros de hoy o esconderla, derribando estatuas, no borra, a mi juicio, sino que evidencia y recuerda lo que no debió de haber pasado, los errores en los que no debemos volver a caer. Al nivel de Worcester hacemos un arco por el periférico de Boston, que siempre lleva muchísimo tráfico. No es mala idea detenerse para esperar que se despeje un poco si acaso no hemos calculado bien y nos encontramos circulando sobre las cinco de la tarde, en plena hora de salida de los negocios y vuelta a casa. Worcesterera una de esas ciudades industriales que en un radio de unos cien kilómetros rodean Boston, y que hoy ha rehabilitado las antiguas fábricas con sus torres de ladrillo, y grandes edificios de ventanales de guillotina, donde se instalan negocios, despachos de profesionales, cafés y restaurantes. Disfruté mucho de una librería que tenía al fondo una cafeteria para tomar, ademas un trozo de pastel o galletas de avena hechas en casa. El librero invitaba a ojear libros y revistas en un destartalado sillón orejero. Tenía también una sección de segunda mano. Encontrar un libro de poemas de Montero o uno de los últimos libros de Luis Landero, además de hacerme sonreír de gusto, me hizo imaginar la historia de quién los había leído, quién los había revendido o abandonado, en este lugar tan lejos de casi todo (Bedlam Book Cafe 138 Green St. Suite 1). El edificio expone fotos ampliadas de las cientos de trabajadoras de lo que fue una inmensa fábrica. Esas caras te miran, las miras, interrogándonos, queriendo saber qué pasaba cuando acababan esas jornadas largas y duras, qué fue de ellas… y siento en sus ojos, que se preguntan, curiosas, cómo es la mía. Al lado hay una tienda diferente, parece una floristería pero vende además de plantas, cuadernos maravillosos, todo tipo de papelería, útiles de cocina… Abajo, un grupo de anticuarios, coleccionistas, y amantes del vintage, exponen sus mercancías gestionadas y vendidas de forma común por un par de jóvenes muy simpáticas. Salí con un par de manillas de puerta de los años 30 y con ganas de volver. ¿Seguimos ?

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