El Periódico Extremadura

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Rosalia Perera Gutiérrez

Periplo

Las tribulaciones que sufrimos los extremeños para salir de nuestra tierra ya son de sobra conocidas, hasta el hastío lloradas, hasta Madrid levantada la voz, hasta Cataluña y su modernísima, frecuente y veloz red de ferrocarril, silenciado el agravio comparativo. Este ‘nuevo’ Alvia no puede sabernos más que a comienzo, a pasos imparables, no a ese resignado tren digno, sino a una red efectiva y útil, que nos conecte con el mundo y, además, a un irrenunciable AVE. Así que les ahorro el periplo, el tiempo, el dinero del desayuno, comida , cena, taxi y hotel y el cansancio de las treinta horas que pasaron desde que salí de casa hasta despegar. Ya no se necesitan mascarillas y el pasaporte COVID es apenas una formalidad leída de soslayo, una sola vez, al facturar. Ajustar el cinturón, apurar el uso del teléfono con los últimos te quiero, cuidaos y gracias, sentir la aceleración en pista, y hacer la señal de la Cruz encomendando a Dios mi alma. Es un código morse, una marca identificativa de los pocos españoles que vamos en este vuelo. Otra es que algunos llevan el ‘Hola’ para distraerse. Y la que es mas evidente tiene que ver con la letra pequeña de los contratos. Una que siente verdadera afición por esto de los viajes, procura, en lo posible, hacerlo con Iberia. Reconforta ser recibida con un bienvenida, y despertar en medio de no se que latitud o franja horaria con un buenos días, comer mal pero al menos con una copa de Rioja, y ver películas con subtítulos en tu idioma. A los que no leyeron bien, les sorprendió que, pese a haber comprado el billete a Iberia, el avión fuera de Americam Airlines. Por eso se sabia enseguida, como en ‘Moby Dick’, por donde resoplaban nuestros compatriotas: por las airadas protestas contra la polar climatización, la petición de más mantas y para los ya advertidos, la estrafalaria indumentaria, de foulard rodeando orejas y cuello, doble jersey, calcetines, o como yo, directamente con pluma con capucha incluida. Decididamente, los estadounidenses están hechos de otra pasta. Espero que les sirva como aviso a navegantes. Había salido de Barajas a las diez. Siete horas de vuelo después, aterricé a las doce. Benjamin Button, el conejo blanco de Alicia o Julio Verne se han quedado con mis cinco horas. Horas perdidas o ganadas a la muerte. El espejo solo refleja la cara agotada pero no me dice donde se quedo mi tiempo. Quizá haya otra yo en un plano distinto, en una dimensión que se nutre de las horas perdidas como el país de nunca jamás. Un planeta paralelo que nos mira con sorna. La policía parece tener prisa, apenas pregunta, hace la foto, dice «pase». Sobre la señal de salida, en un cartel luminoso, parpadea ‘Welcome to New York’, y, sin poderlo evitar, tarareo a Frankie, mientras la puerta se abre.

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