Este verano quedará para la posteridad como el del fracaso del tren rápido extremeño que no era tal. No será así con los primeros microbuses 100% eléctricos incorporados al servicio de transporte público de Badajoz. Macromicrobuses más bien, porque tienen 2,43 metros de ancho y 8 de largo y 10 plazas más que los minibuses que sustituyen. Los usuarios se acostumbrarán a verlos y a disfrutar de sus ventajas y los transeúntes a arrimarse a las fachadas como cuando pasa el camión de la Coca Cola por las calles más estrechas del Casco Antiguo.

Los nuevos vehículos no serán recordados el próximo verano porque, afortunadamente, los pacenses nos hemos habituado a la renovación de la flota con autobuses 100% eléctricos, que ya quisieran otras poblaciones mucho mayores para sí. De los 45, 24 no funcionan con gasoil, con todo lo que ello supone para el respeto al medio ambiente. Por primera vez, los microbuses que recorren el centro histórico de la ciudad, que es un servicio gratuito para los usuarios, no son de combustión, no contaminan, no emiten desagradables y dañinos humos a su paso y no hacen ruido. A todo ello añaden el confort interior, son más espaciosos y permiten por ejemplo que una silla de ruedas pueda girar, cuando en los anteriores solo tenían el sitio justo para entrar y tal como subían, salían, como si fuesen cajones. Los nuevos macromicrobuses carecen de escalones para el acceso y además se inclinan, facilitando de este modo que entren las personas con problemas de movilidad.

Pero de todas estas y algunas más ventajas que han incorporado los macromicrobuses no se ha hablado los últimos días, sino de los dos bolardos de la esquina de la plaza de San Andrés, que hubo que retirar unos centímetros -que no metros- y sustituir por pivotes más delgados y altos, para así dejar algo más de espacio y visibilidad. Dos bolardos y una señal de ceda al paso que el ayuntamiento quitó en cuanto comprobó que lo nuevos vehículos podían rozarlos.

Porque caber caben, por la calle San Blas, la de Zurbarán y la de San Pedro de Alcántara. Si no hubiesen cabido se habrían quedado atascados. Es verdad que en algunos tramos de su trayecto pueden llegar a ocupar todo el espacio de la calzada. Un problemón: la calzada es para el tráfico de vehículos. Es verdad también que los viandantes que caminan por las aceras de esas calles tan estrechas pueden sentirse intimidados al ver acercarse semejantes mamotretos. En ellos está poner culo en pared todo lo que puedan, como hacen cuando pasa el furgón de reparto de Matutano. Que habrá otros microbuses más micros que los que ha incorporado la empresa concesionaria, Tubasa, en Badajoz, haberlos haylos. Más pequeños, más cucos y con diferentes prestaciones, se entiende. Con menor autonomía, por lo que no podrían ser utilizados todas las horas que los flamantes macromicrobuses de Badajoz funcionan, pues además del Casco Antiguo, llevan y traen a vecinos de Los Montitos, Las Lomas y Campomanes.

Un voto de confianza a los avezados conductores, que son tal vez los que más derecho tendrían a quejarse, si de verdad cada día tuviesen que poner a prueba su destreza en el circuito, que lo harán, nuestros héroes del tráfico urbano. Como demostraron sus compañeros que llevaban el volante de los autobuses con 12,5 metros de largo que subían a San Juan por la calle Zurbarán y bajaban por la del Obispo. A diferencia del nuevo tren lento, que ha empezado con mal pie con retrasos injustificables tras su esperpéntica inauguración, de los nuevos macromicrobuses no se han registrado quejas, salvo las del grupo municipal socialista. Dejémosles circular y que los usuarios comparen los de antes con los de ahora, sus pros y sus contras, si de verdad el tamaño importa y, con datos sobre la mesa, emitan una valoración contrastada. Para la marcha atrás siempre hay tiempo.