Aparte de los miembros de la cofradía del hambre (dispuestos a vender su alma por un plato de lentejas), los tripulantes de la nave del misterio (expertos en casi todo y maestros del tempranero y sesudo argumentario a los que no se les entiende casi nada) y los blanqueadores profesionales (capaces de vender sombreros cuando los niños nacen sin cabeza), uno ya no sabe si tomarse en serio el asunto del tren a Extremadura y cargarlos de insultos, menosprecios y escupitajos o, simplemente, reírse del ridículo que hacen porque no aciertan ni cuando se equivocan. Reírse a pierna suelta, con trompetería, si es necesario, que siempre será más terapéutico que encajar año tras año, lustro tras lustro y década tras década la ignominia de la gran mentira y con cuánta naturalidad son capaces de vendernos humo y construir aldeas Pontemkin (no me da el artículo para explicar qué es esto y ruego que lo busquen en Google), de qué manera tan cínica construyen discursos para justificar el engaño, el teatrillo y el abuso de confianza. Hace mucho tiempo que sé que la batalla está perdida, que 30 años después del AVE a Sevilla, que décadas desde el AVE a Cataluña, Valencia, Málaga, Cuenca o tantos lugares de España (o, al menos, un tren digno, veloz y de altas prestaciones), Extremadura seguirá recibiendo migajas o mentiras, que no sé qué peor. Y todo, por dos razones: la primera, porque la gente sigue votando en función de siglas o banderías y no por cómo les vaya la vida, el futuro de sus hijos o la cesta de la compra; la segunda, porque la visceralidad, la sinrazón y el cabreo solo lo empleamos contra el que creemos que es el adversario y no contra el afín, al que le justificamos lo que sea. En esta línea, lo peor que he podido leer en estos días, incluso por encima del blanqueamiento (ahora se blanquea alegremente a filoetarras o golpistas, ¿cómo no se va a hacer lo mismo con el tren) o de la famosa invitación oficial, Rey `por medio, a la inauguración del AVE extremeño, ha sido el argumento de que todos son culpables. Vale, lo compro. Pero, permitan que me dé el lujo de repartir culpas, porque al generalizar, se esconde mucha verdad y se confunde al personal. Desde la Constitución de 1978, España ha sido gobernada apenas 4 años por UCD, casi 15 años por el PP y 25 años por el PSOE. Desde 1983, Extremadura ha sido gobernada 35 años por el PSOE y 4 años por el PP. Juzgue cada uno estos datos y ya si eso, después, nos montamos en el tren de la bruja para seguir riéndonos a carcajadas o en el de los escobazos, que no daba risa ninguna y, encima, dolía.

*Periodista