Normal que estén enfadados, molestos, cabreados, desengañados, disgustados, fastidiados y se sientan estafados, decepcionados, timados, engañados, defraudados y traicionados. No es para menos. Negociaron, cedieron y les prometieron y cuando ellos cumplieron, nada de lo prometido obtuvieron. El sindicato mayoritario en la Policía Local de Badajoz, Aspolobba, se dio con un canto en los dientes cuando logró convencer al equipo de gobierno municipal de la equiparación salarial con la Policía Nacional. Lo consiguieron no con la fuerza de la razón sino con la ‘amenaza’ de que si no recibían semejante prebenda no iban a contar con ellos para ninguna actividad más que se celebrase en la ciudad que requiriese servicios extraordinarios voluntarios.

Se acabó hacer el canelo. Avisaron antes de Carnaval y el gobierno municipal accedió a negociar. En aquel momento no concretaron. Aspolobba no olvida y tras el conflicto por los servicios extraordinarios impagados, el sindicato recordó que había un compromiso pendiente y que la feria de San Juan estaba a la vuelta de la esquina. El gobierno local no se arriesgó y firmó la equiparación con plazos y financiación. A los policías no les bastaba con una promesa de boquilla y obtuvieron el papelito rubricado por el mismísimo alcalde, Ignacio Gragera, la concejala de Policía Local, María José Solana y sus compañeros de grupo, el portavoz y alcaldable Antonio Cavacasillas y el de Hacienda, Eladio Buzo, además de la concejala de Recursos Humanos, Hitos Mogena, también de Cs.

El papelito era un cheque de 2 millones de euros, que salían de amortizar 20 puestos de trabajo. Demasiados euros y demasiadas plazas. Motivos suficientes para que el resto de los trabajadores municipales (una representación, incluidos jefes de servicio) se sublevasen y se echasen a la calle para reclamar que ellos no son menos y quieren cobrar más.

Se acabó lo que se daba. Aspolobba dirá que en las mesas de negociación ha habido mayoría de los sindicatos que apoyan su subida, pero la medida se convirtió de repente en impopular y los populares no aguantaron el chaparrón. Los policías echan la culpa al PSOE por mantenerse de perfil mirando de reojo. Los socialistas no se han atrevido a hacer pública su postura. No la han dicho claramente, aunque sí la han dejado caer. Según Aspolobba, esta actitud del ‘sí pero no’ ha motivado que el PP se echase atrás. Cuentan las malas lenguas que antes de que esto ocurriese, vieron al alcalde poner velas a la Soledad para que el acuerdo con la policía no saliese adelante en el pleno. Así Gragera quedaría bien: él harbía hecho lo que estaba en su mano y eran otros los que lo habían fastidiado. El PP se le adelantó y no hubo ni que rezar a la Patrona. El acuerdo no ha llegado al pleno y el PSOE no ha tenido que poner boca arriba sus cartas. Menudo alivio. El PP ha resuelto la papeleta enviando al matadero a su concejala María José Solana, a la que ha dejado abandonada a su suerte, ahora que es mala (su suerte). Diez días han pasado desde que el alcalde le quitó sus atribuciones y lo que es peor, el sueldo, pero no se ha visto que los populares hayan luchado con uñas y dientes por su compañera. Insisten en que quieren que ella siga como estaba. Lo hacen con la boca chica, sin mover los labios, como Aznar. No ponen sobre la mesa ningún nombre alternativo para llevar la concejalía de los policías y el alcalde cargará con el marrón. Jugada -jugarreta- maestra. Lo populares se quitan del medio del conflicto que ha de venir. Aspolobba advierte de que esto no va a quedar así y los policías tienen claro a quién dirigir sus reproches. No es el alcalde el que se ha desdicho. Roma no paga traidores. Pero Gragera es consciente de que está en precario y opta por el silencio para no remover más la suciedad. No sabe que, aunque la oculte, no desaparecerá. Porque empezará a oler.