'Alcalde busca partido que lo acoja. Experiencia contrastada de gobierno en mínima minoría’. Podría ser el anuncio de Ignacio Gragera, el todavía alcalde de Badajoz por Ciudadanos, cuando queda menos de un año para que se celebren las próximas elecciones municipales y cuando ha transcurrido exactamente una vuelta al Sol desde que tomó posesión del bastón de mando y del sillón del salón de plenos del ayuntamiento. Fue el 26 de junio, apenas once días después de que su antecesor, el popular Francisco Javier Fragoso, renunciase a la alcaldía en cumplimiento del pacto firmado entre el PP y Cs al inicio de la legislatura para su reparto salomónico. Gragera tenía dos años por delante y desde el minuto uno se le vio seguro de sí mismo en el puesto. Mira que Fragoso tenía una agenda apretada: convenciones, congresos, premios, procesiones, onomásticas, campeonatos, finales deportivas, días de patrón y encuentros protocolarios (no así de visitas a los barrios ni charlas a pie de calle con los vecinos). Gragera lo está superando. No se pierde una. No rechaza una invitación y no evita hacerse presente y salir en la foto. Al contrario. La finalidad de esta omnipresencia no puede ser otra que disfrutar del momento mientras pueda, porque su partido no se lo está poniendo fácil, a pesar de todos los esfuerzos de Gragera, predestinado desde su nacimiento a vincularse a una formación naranja.

Pero en Ciudadanos no ganan para disgustos. Las sedes del partido, sin cimientos, tiemblan cada vez que se acerca una cita electoral, porque si los resultados anteriores fueron malos, los próximos serán aún peores, por imposible que parezca. El último ejemplo está en Andalucía, donde Cs ha llegado a perder ¡todos! sus diputados en el Parlamento, que no eran pocos. Nada más y nada menos que 21. Eran, porque de 21 han pasado a ninguno. Para echarse a llorar y revolcarse a lágrima viva en las marismas de Doñana. No han tardado en llegar las dimisiones. Ocurre casi siempre después de un batacazo. Bien lo sabe Malú desde que pone un cubierto más en la mesa a diario.

Palo tras palo, fracaso tras fracaso, en Extremadura no se dan por aludidos. En Badajoz, menos. Badajoz es una isla de atardeceres naranjas. De puertas afuera, el alcalde sigue diciendo que quiere repetir como candidato porque defiende que lo está haciendo bien. Hasta otoño no anuncian un proceso de primarias. Si Cs sobrevive al verano. Dos comicios más y el naranja desaparecería de la gama cromática. Dicen y dicen que en las elecciones municipales la carta de presentación es el cabeza de lista y que los electores se fijan más en las bondades del candidato que en las siglas que representa. El popular Miguel Celdrán fue buena prueba de esta regla, pues conseguía sacar mayoría absoluta en Badajoz (hasta cinco) mientras que en las elecciones autonómicas, que coincidían en la misma fecha, el PP obtenía menos votos que el PSOE en la ciudad. La regla no siempre se cumple y hay candidatos desconocidos que salen adelante por la fidelidad que arrastran sus partidos. Que se lo digan a Alejandro Vélez, exconcejal de Vox, que ahí sigue, en el Ayuntamiento de Badajoz, cuando nadie sabía quién era. Otro que busca siglas. Su ex partido aún no tiene candidato para las elecciones de mayo y, a pesar de ello, sin cabeza de lista preparado ni campaña que lo sostenga, seguro que alguna concejalía caerá. Quien no lo tiene tan fácil es Ignacio Gragera, cabeza visible de una formación con los días contados. No deja de sonar la cantinela de que el PP lo ha tentado para que entre en su lista, pero en el estribillo se cuelan voces populares que jamás aceptarían que uno de fuera cante los solos, como si dentro no tuvieran barítonos. Otras siglas podrían echarle el lazo. Badajoz Adelante, que se quedó a las puertas de entrar en el ayuntamiento, aún no ha confirmado que Antonio Manzano repita como abanderado. Podría ser el hogar que necesita Gragera, a punto como está de convertirse en un sin techo.