Existen tantas ferias de San Juan como experiencias hayamos vivido en ellas. Supongo que, en estos días, cientos de padres y madres (que no dejan de repetir lo diferentes que fueron sus ferias) andan de acá para allá, preocupados y atareados con cientos o miles de adolescentes, sus hijos e hijas, yendo al ferial (¡ay, aquellos tiempos en La Paz, cuando todos íbamos andando y no existía el botellón!), saliendo y entrando, llamándolos de madrugada por teléfono, recogiéndolos, mientras quienes han aparecido de golpe en la edad de casi caminar solos, se divierten como nunca lo habían hecho antes. Mi feria de San Juan son recuerdos de una verbena en San Francisco, de bailes privados en el parque de la Legión, de un Ferial en Colón (en realidad, en este punto, no sé si soy tan mayor), San Fernando, Paseo Fluvial o en los alrededores de lo que hoy es el Edificio Siglo XXI, de los churros de los Hermanos Pernía, de las tómbolas y el perrito piloto o la muñeca chochona, del galeón o la noria sin jaulas, de Pepe None en el Extremadura, del circo (con animales) ruso (por cierto, en la Memoria de Menacho) o el Mundial (cuyo director había nacido en San Andrés), de las atrevidas carteleras (porque el acceso no me estaba permitido) del teatro chino de Manolita Chen, de las revistas en el López de Ayala o en el Menacho, del folclore en el Auditorio (inaugurado el 23 de junio de 1960), de José Tomás en el coso de Pardaleras ahora hace diez años en el día más caluroso de toda mi vida, de los gigantes y cabezudos el 24 por la mañana, de las escopetas de balines que solo acertaban si no apuntabas, de las bolas de anís con que te premiaban, del Trofeo Ibérico en El Vivero, de la Plaza de los Castúos, de la calle del Porrina y de la Plazuela Manolo de Badajoz donde se colocaban casetas como El tijeretazo británico, Amigos de la Cocina Extremeña con el Hoy, Comisiones Obreras, Banco Espirito Santo, Psoe y PP, la Peña Cultural Los Pichas, El Tamboril, La Corchuela, la Asociación de la Prensa, los comerciantes de la calle Menacho, Sevillana, Telefónica, Granja el Cruce y la sempiterna Caseta Municipal, con los también eternos Play Boys como estrellas principales, entre viejas y nuevas casetas y sus formas de divertir al personal. En el 99, nos fuimos a la frontera de Caya y vaya que nos ha costado levantar el Ferial, casi tanto como llegar allí en los primeros años. Pero, aquí seguimos, desde 1925 por San Juan, que no es una fiesta como para tirar cohetes (que los ha habido casi desde siempre), pero es nuestra, tradicional, calurosa, lluviosa, itinerante, religiosa, laica, de día y de noche, que en algún momento pretendieron sevillanizarla, a veces escuálida, las más, atiborrada de gente y con portugueses como visitantes esenciales. Yo no viví la proeza de JamsWill tirándose en paracaídas, en el 52, desde la terraza del López, pero me acuerdo de montarme con mi hermana en el gusano loco, de la mano de mi padre agarrándome con fuerza para que no me perdiera entre el gentío, de mi madre que le gustaba tanto que la felicitaran por su santo y de la cena de pollo asado con patatas fritas cada 29 de junio, que era la fiesta de San Pedro y San Pablo. Hoy es otro San Juan, pero miro las fotos de entonces, y me sigue pareciendo igual.