Sirva la figura del joven y simpático jugador francés para reflexionar sobre el fútbol y sus pasiones. El chaval juega como pocos, va a tener mucha pasta y habla un español de primera. Soy del Atlético de Madrid, pero no soy antimadridista ni tampoco creo como esos culés ingenuos que el fichaje frustrado del jugador francés sea casi como ganar un título. Bastante tenemos los aficionados de los demás equipos de fútbol, con nuestros duelos y quebrantos, como para preocuparnos de las cuitas del vecino. Pero, en esta ocasión, se me antojan algunas opiniones al vuelo y aquí las dejo: 1. El fútbol no es de los aficionados, tal vez lo fue en el pasado, que no lo sé, pero no, desde luego, en la actualidad. El fútbol es del dinero. Y el dinero manda. Y el dinero no lo ponen quienes asisten los domingos al campo creyendo que con su abono y su carnet de toda la vida sostienen a un equipo que, para competir y ganar títulos, debe manejar presupuestos fuera del alcance de quienes se ponen camisetas, cantan el himno y les va la vida en cada jugada o resultado. El dinero lo ponen quienes lo tienen, pero en cantidad astronómica, léase un constructor, un inversor, un tipo en Singapur o un jeque del Golfo Pérsico. Por mucha pasión que despleguemos, el que compra y vende jugadores, el que paga sueldos y facturas puede no tener ningún sentimiento hacia esos colores y su historia o puede tenerlo de manera reciente o impostada. O sea, que lo único que nos pertenece es el afecto a nuestro equipo y un derecho al berrinche que no nos lleva a ninguna parte. Mbappé ha tomado una excelente decisión para su bolsillo, muy por encima de otras circunstancias deportivas, sociales o afectivas. La pasta es la pasta y no hay más que hablar. 2. Sospechemos siempre de quienes besan el escudo, de quienes manifiestan que desde pequeños deseaban jugar aquí o allá o de cuantos compran un equipo de fútbol para llevarlo a lo más alto. Hoy día, los grandes clubes, casi todos convertidos en empresas, solo aspiran a una cuenta de resultados o a una poderosa maquinaria de imagen y marketing donde un buen jugador no es más que una pieza más de ese engranaje empresarial, que no deportivo, y los aficionados meros espectadores del circo. Nos hacen vibrar, pero el dinero es lo primero. Dice Mbappé que se queda en París para seguir ganado títulos. ¿Qué títulos? ¿Los de una Liga de tercera o quinta división? Le da igual: ganará más dinero durante más tiempo que en cualquier otro equipo del mundo. Y esa es su única pasión. Lo malo de este entierro es que nuestra Liga se queda, como dicen los pedantes, sin jugadores top. Lo bueno: aprendemos, de nuevo, que en el fútbol no te puedes fiar de nadie.