Los problemas comenzaron a lo grande a partir del reinado del tercer omeya cordobés, al-Hakam b. Hisham. No es que este príncipe fuera más despótico que los anteriores, pero gozó de mala fama entre los historiadores árabes, quizás porque tuvo una mano muy dura, con las minorías de origen indígena, con los sectores religiosos y, en general, con cualquiera que se opusiera a su política. De hecho, da la sensación de haber provocado en los cronistas un gran sentimiento de hostilidad. Es el único monarca de la dinastía que no añadió nada al edifico de la aljama de Córdoba y eso resulta extraño. Puede ser cierto, pero más parece una especie de venganza de aquéllos para hacerle pasar por impío. Al-Hakam dio un paso más, y no corto, en el proceso de orientalización del régimen. Creó un ejército profesional, formado por eslavos de origen europeo oriental -esclavo viene de eslavo- y les concedió el derecho de construir una iglesia para su culto, fuera de los límites de la capital. Y, como su mantenimiento consumía un gran presupuesto, subió los impuestos por encima de lo marcado por las normas y los pactos, e hizo muy patente el proceso de centralización. No extraña su impopularidad en muchas capas de la sociedad andalusí.

Podría mencionar su durísima represión del motín del arrabal de Shacunda, de Córdoba, o la matanza, mucho menos documentada, del Foso de Toledo. La orden de no volver a reconstruir el arrabal cordobés, al otro lado del Guadalquivir, ha sido fehacientemente confirmada por la Arqueología. Fue en su época cuando los oligarcas, convertidos al islam en el momento de la conquista del 711, comenzaron a percibir, si no lo habían hecho antes, que se les estaban cercenando sus ‘derechos’ y cada vez se veían en la obligación de pagar más impuestos y su autoridad y prestigio territoriales disminuían. Los funcionarios de la corte lo comenzaban a fiscalizar todo y el ejército de esclavos, al depender directamente del emir, eliminaba la necesidad de pedir tropas a los señores locales cuando se preparaba una campaña contra alguien. Las regiones central y occidental parecen haber sido de las primeras en reaccionar contra este estado de cosas. Con las armas en la mano; lógico.