Dijo hace unos días el portavoz socialista en el Ayuntamiento de Badajoz y candidato a la alcaldía por el PSOE, Ricardo Cabezas, que si él fuese el alcalde «el Guadiana no estaría como está». Según Cabezas, la solución a los problemas que padece el río en su tramo urbano pasa por la creación de una «mesa institucional» con presencia de todas las administraciones. La sensación que tiene el ciudadano desde el otro lado de la mesa es que las administraciones no están haciendo todo lo que deberían para atajar un problema que se eterniza e impide a los pacenses disfrutar de su río.

El portavoz del PSOE debería aportar con claridad qué soluciones prácticas tendrían que adoptarse para acabar con las sucesivas plagas que cubren de verde el Guadiana. Primero fue el camalote, que tiñó la superficie durante años. Empezó a verse en 2004 y no fue hasta finales de 2019 cuando el Gobierno central dio con la tecla y envió a los bien mandados soldados de la UME para atajarlo. Siempre nos contaron que el camalote no se podía erradicar, pero sí controlar. Ahí está. Mejor dicho: no está. El control debió ser efectivo porque otra planta invasora lo ha suplantado, convirtiéndose en reina y señora de las aguas del Guadiana: el nenúfar mejicano.

Al ciudadano le da igual que sea el ayuntamiento, la diputación, la Junta o el Ministerio de Defensa el que coja la planta por el tallo y acabe con ella. Pero lo cierto es que el caudal del río es competencia del Gobierno central, en concreto de la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG), un organismo que no se caracteriza por agobiarse en la toma de decisiones. Sin prisas y con demasiadas pausas.

El nuevo alcalde de Badajoz, Ignacio Gragera, recogió el bastón de mando en junio de 2021 y pocas semanas después, en julio, se reunió con la delegada del Gobierno en Extremadura, Yolanda García Seco, con la que abordó, entre otros muchos asuntos, la situación del río. Entonces ya se habló de la permeabilización de los azudes de La Pesquera y de La Granadilla, para evitar que se acumulen los lodos que favorecen el enraizamiento de la planta. Al mes siguiente, el alcalde se reunió con el presidente de la CHG, Samuel Moraleda. El resultado no fue mucho más esperanzador, en cuando a los plazos. Gragera salió del encuentro diciendo que la CHG no descartaba el deslodado parcial del Guadiana, pero que el estudio del impacto ambiental para esta actuación tan agresiva tardaría al menos dos años. ¡Dos años!

En este impasse nos encontramos, sin saber si el dragado se va a acometer y cuándo. Mientras tanto, está el proyecto de permeabilizar los azudes. Moraleda dijo el alcalde que los trabajos en el de La Pesquera estarían antes de terminar el año. El año 2021. Estamos en mayo de 2022 y los trámites continúan. Ahora acaba de adjudicarse la redacción del proyecto para el de La Granadilla. La redacción es el principio del inicio del comienzo de cualquier proyecto. En la CHG ni se molestan en informar de los plazos que manejan. El silencio oculta la ineficacia.

Acaba de empezar mayo y el Guadiana ya está cubierto de verde. A medida que el buen tiempo avance y las temperaturas aumenten, el nenúfar irá colonizando las aguas haciendo suyo el río. No es de extrañar que la denuncia sobre su situación sea un tema recurrente y que la asociación Salvemos el Guadiana reclame de nuevo soluciones que parecen no llegar nunca. Su presidente, Juan Fernando Delgado, denunciaba hace unos días, cuando acompañó a Cabezas, que Badajoz es la única ciudad con río que no puede disfrutarlo por el mal estado en que se encuentra. Recordó que su asociación lleva desde 2018 reclamando el dragado selectivo. No ha sido la única. Pasan los años, los meses y no se soluciona. Dice la CHG que continúa con las labores de siega, pero los efectos no son perceptibles. Que alguien llame a la UME y que lo haga ya, porque como haya que esperar a que se regule, se constituya, se convoque y se reúna una mesa institucional, saldrá nenúfar por el grifo.