Después de varios años ausente, asistí el otro día a la graduación de la X Promoción del Grado de Comunicación Audiovisual y a la I del de Periodismo. Por allí estaban las gemelas Arias, presentándome a su padre y a su madre, que son más jóvenes que yo, o mi amigo Suso, contemporáneo mío, que me contó durante el curso, que ahora compartía clase con Raquel y, cuando era joven, lo hizo con el padre de Raquel. Me encontré con Ana Lara haciendo labores de periodismo en directo -junto al operador de cámara, David Marín- para el programa A esta hora, de Canal Extremadura, que estaba presentando Juan Pedro Sánchez. Los tres también fueron en su momento alumnos de nuestra Facultad. Saludé a la familia Bolaños Márquez, con Toni, la madre, y sus hijos, Macarena y César, habiendo pasado por las mismas aulas. Vicente, el decano, casi cedía la vara de mando a Dani, que siendo alumno de la segunda promoción de licenciatura en CAV, casi, con toda seguridad, será el próximo decano. Pablo y Bea se graduaban en Periodismo, pero ya lo hicieron años atrás en Comunicación Audiovisual, como Andrea, Eduardo y Javi. Miriam estaba con sus padres, Mode y José Luis, y la conocía cuando aún habitaba el vientre de su madre. Y María, María José, Irene y Gabri, hablaron en representación de las dos promociones, chicos y chicas como Alberto, David, Lucía, Ángela, Paula, las Martas, Ana, Parrys, Pablo o Jacqueline Rachell y el resto, de los que tanto he aprendido. Durante la cena, me senté en la mesa del relevo generacional: Mariví, Ana y yo nos batimos en retirada mientras Rocío, Macarena y Patricia toman el relevo. El remate fue el entorno: el Paraninfo de la Uex, o sea, el edificio metálico de toda la vida en Badajoz, mercado de abastos inaugurado casi con el siglo XX y trasladado al campus entre 1975 y 1977, que ejerció una imponente actividad comercial durante su ubicación en la Plaza Alta y ese era el problema. Porque lo conocí con sus puestos de venta y allí acudí en más de una ocasión de la mano de mi madre. Escribo esta columna el primero de mayo, día de los trabajadores y de las madres, más de 30 años después de ingresar en el mercado laboral, cumplidos los veinte años de docencia y con la ausencia de dos madres fundamentales en mi vida: la propia y mi hermana, Juana y María de los Ángeles. Ellas y todos los anteriores, han conformado mi retrato de mi vida, si no al modo de Nicholas Nixon y sus hermanas Brown, a las que lleva fotografiando año a año desde 1975, evidenciando que no estamos aquí para siempre, que cambiamos cuando nos hacemos mayores y que la vida es corta, demasiado corta, sí como fiel reflejo de que hay que aprovechar cada oportunidad, vivir cada momento como si fuera el último y huir como de la peste de quienes solo te intoxican el alma. Las arrugas que va dejando el tiempo no merece que nadie con mala baba pase por tu lado mermándote las ganas de vivir y de recoger las rosas de Whitman o Herrick, que no hay quien se ponga de acuerdo (“Coged las rosas mientras podáis/ veloz el tiempo vuela./ La misma flor que hoy admiráis,/ mañana estará muerta…”) o el dulce fruto de Garcilaso de la Vega: “coged de vuestra alegre/ primavera/ el dulce fruto, antes que el/ tiempo airado/ cubra de nieve la hermosa/ cumbre”. Y sirvan estas palabras para mi y para quienes ahora comienzan una nueva carrera.