Cuando Antonio Rosario salió de la reunión a la que había asistido en el Ayuntamiento de Badajoz se mostró optimista por primera vez, porque por primera vez no había recibido un «no» como incuestionable respuesta. Por primera vez el gobierno local baraja una posibilidad para que el problema que llevan denunciando y sufriendo, él y sus vecinos, desde hace muchos años, encuentre una solución. Seguramente es una posibilidad aún lejana, pero parece que existe, porque hasta ahora no la había ni en pintura. Es la primera vez. A Antonio Rosario no le queda otra que ser realista porque sabe con no es nada firme. No obstante, no puede evitar sentirse esperanzado porque, después de tantísimo tiempo, es la primera vez que hay algo en la mesa sobre lo que apoyarse.

Antonio Rosario es el presidente de la comunidad de propietarios de la barriada de Fuente Caballero, también denominada de Tulio. Seguramente para muchos es un lugar desconocido, que solo suena por la presencia intermitente de sus vecinos en los medios de comunicación para expresar sus quejas. Fuente Caballero está situado entre la carretera de Sevilla y Cerro de Reyes. Lo llaman barrio porque es un entramado más o menos regular de viviendas y naves en hilera. Pero en Fuente Caballero las calles están sin asfaltar. En verano son una polvareda y en invierno, un barrizal. Carecen de alumbrado público, aceras, zonas verdes o mobiliario urbano. Su único servicio municipal es la recogida de basura, eso sí. Con todo ello, sufren una deficiencia mucho peor, que puede llegar a afectar a la salud de sus habitantes, pues carecen de agua corriente. No hay red de abastecimiento ni de saneamiento. Sus aguas fecales van a fosas sépticas, para beber compran el agua embotellada y de sus grifos sale la procedente de un pozo de sondeo, que se ha convertido en el primero de sus mayores males. Hace más de un año las analíticas de este agua dieron como resultado una elevada presencia de bacterias, que la convierten en insalubre, ni siquiera es apta para ducharse o fregar los platos. Hace más de un año que los vecinos lo vienen denunciando y nadie les contesta. La única respuesta que reciben es «no». Siempre «no».

Fuente Caballero existe desde hace más de 30 años. En estos momentos viven allí 60 familias. Unas van y otras vienen. Nuevas generaciones han nacido y crecido en este entorno. Hace pocas semanas nació el último niño. El problema de origen es que las viviendas de Tulio se asientan sobre suelo urbano no consolidado, que es de titularidad privada. Para que la red de abastecimiento y de saneamiento puedan llegar hasta sus hogares, necesitan un proyecto de urbanización y de reparcelación y ceder suelo para los viales, que suponen una pasta. Estos vecinos no debieron construir sus casas donde lo hicieron. Pero las levantaron. Primero una, después otra, así hasta las que hay hoy. Que sepamos, el ayuntamiento no impidió que siguieran construyendo y les cobra su contribución. Siempre que los vecinos han denunciado la situación tercermundista en la que viven, malviven, la respuesta del gobierno local ha sido que está atado de pies y manos, que la ley impide invertir dinero público en una actuación privada y que si en La Banasta y en Cerro de San Miguel, que estaban en la misma situación, se pudo hacer fue porque llegó dinero de Europa. No entiendo la diferencia: con fondos europeos sí pero con fondos municipales, no, si el obstáculo es la ley de suelo, que impide extender las redes a terrenos que no cuenten con los instrumentos de intervención urbanística. Ahora el ayuntamiento ha calculado, por primera vez, cuánto cuesta urbanizar el barrio: 1.250.000 euros (viales de acceso incluidos). Es la primera vez que un alcalde recibe a estos vecinos. Por primera los responsables municipales levantan los ojos de los planos y los miran a la cara. Es la primera vez que el ayuntamiento pone números a lo que tiene nombre desde hace años: abandono.