Desde que, en 1981, el escritor Juan José Poblador iniciara la costumbre del pregonero del Carnaval de Badajoz, muchas caras, personas y personajes locales o foráneos han pasado por el balcón municipal. Especialmente, relacionados con el mundo de las artes, la cultura en general y los medios de comunicación, además de murgueros y comparseros. En los viejos tiempos, no había mucha discusión puesto que la opinión pública era una esfera poco concurrida y, por tanto, el debate, mínimo y de corto recorrido. Pero la irrupción de internet en nuestras vidas y, poco después, las redes sociales, abrieron en canal las posibilidades de discusión y la otrora aletargada opinión pública se convirtió en una especie de patio de colegio donde todo el mundo vocifera intentando exponer o imponer su opinión, a favor o en contra. Somos una ciudad de contrastes, de contradicciones, prácticamente aquí casi todo el mundo sabe de casi todo. El badajocense medio es una enciclopedia británica andante con un megáfono en la boca y en la otra mano un palo para librar una batalla. Y eso ocurre para cualquier cosa, sea trascendental o minúscula. Ha sucedido siempre con la elección de los carteles de Carnaval, Semana Santa y Feria de San Juan. Un jurado con conocimientos en diversas materias relacionadas elegía una obra, se publicaba y en cuestión de minutos, legión los que pensaban que era un horror y siempre se podría haber elegido otra. Nunca nadie ha estado de acuerdo con nada. Igual ha sucedido con los pregoneros del Carnaval. Nunca nos gustan. Siempre tenemos guardado en el bolsillo una mejor elección. En nuestra historia de pregoneros los hemos tenido malos, muy malos, buenos, mediáticos, sin proyección exterior, con conocimientos de la fiesta, realmente efectivos y, luego, el que, para mi gusto, ha reunido en sí mismo todas las excelencias: Carlos Latre y su genialidad hicieron que el pregón estuviera en varios medios de comunicación de ámbito nacional durante días y posibilitó que al mismo tiempo una veintena de personajes pregonaran desde el balcón. Han coexistido tres tendencias: quienes piensan que debe ser de Badajoz, de la fiesta; quienes creen que tiene que ser conocido, pero originario o relacionado con la ciudad; y quienes apuestan por el famoso sin más, el que sin ser de aquí ni conocer la fiesta, tiene una presencia pública que puede dar al Carnaval una mayor visibilidad. En Badajoz, hemos convivido con las tres opciones. Ahora le toca el turno a Mario Vaquerizo, que me parece que está en la tercera opción, y ya he visto en las redes sociales los típicos comentarios demagógicos y faltos de conocimiento de siempre; sin embargo, una fiesta que pretende ser grande necesita siempre mirar hacia arriba, situarse en los mejores escaparates y caminar de las mejores manos. Con más o menos acierto, la fiesta ya no puede quedarse en Badajoz. Debe trascender. Y debe hacerlo con los recursos adecuados. Por ejemplo, un pregonero como Mario Vaquerizo, farandulero, de actualidad, conocido y con verborrea. Y ya habrá tiempo de comparar o mejorar. Como ha sucedido en los últimos 41 años.