Cuando en septiembre el Ayuntamiento de Cádiz anunció el traslado del Carnaval de 2022 a junio por la situación sanitaria, surgieron numerosas críticas por considerar precipitada la decisión. El alcalde gaditano volvió a comparecer a finales de diciembre, cuando aún las condiciones pandémicas no eran tan graves como después de Navidad, para certificar que el tiempo les daba la razón. Su equipo de gobierno se echó adelante a pesar de los riesgos. «Entre los votos o la vida, yo elijo la vida», ha dicho el alcalde, José María González, Kichi.

Los carnavales de Cádiz, junto a los de Santa Cruz de Tenerife y los de Águilas, en Murcia, están declarados fiestas de Interés Turístico Internacional, un título que alcanzaron al mismo tiempo, y al que también aspira Badajoz, que espera conseguirlo para la próxima edición, que está a la vuelta de la esquina. Pues bien, primero Cádiz, después Santa Cruz de Tenerife y hace unos días también el Ayuntamiento de Águilas han decidido posponer la celebración de sus carnavales. No así Badajoz, por ahora, y no parece que el ayuntamiento pacense ni los grupos carnavaleros se planteen a estas alturas aplazar la fecha, aunque llegado el momento pueda hacerse sobre la marcha e ir atrasando semana a semana los actos centrales de la programación.

La evolución del covid es impredecible y genera incertidumbres que complica tantas facetas, que programar o celebrar una fiesta no debería ser una prioridad a la vista de la trascendencia de la crisis sanitaria. Pero la vida sigue. Es el lema que muchos quieren ponerse por bandera. Porque la vida sigue y todos queremos volver a la normalidad de antes de que el virus ahogase nuestro presente y apretase un futuro incierto.

Cuando parecía que la vacuna iba a ser la panacea y permitiría retomar los planes aparcados hace casi dos años, la sexta ola ha vuelto a poner todo patas arriba y revolcar las agendas. En esta situación, hay quien prefiere ser previsor y quien, sin embargo, opta por que las decisiones se vayan adoptando día a día. Por esta segunda postura se ha decantado el nuevo concejal de Ferias y Fiestas de Badajoz, Francisco Javier Gutiérrez Jaramillo, del PP, que se muestra entusiasmado con la asunción de esta responsabilidad, que considera que se ajusta a la medida de su potencial, como buen carnavalero que es y también más confiado que su antecesora. La anterior concejala de Ferias y Fiestas, Lara Montero de Espinosa, de Ciudadanos, se mostró más comedida ,y ante la incertidumbre y con la premura de tener que prever con antelación los preparativos de una fiesta que se debe empezar a organizar meses antes, estableció tres posibles escenarios en los que planteaba otras tantas soluciones en función de la situación sanitaria que pudiera darse a finales de febrero, que es cuando se celebra el Carnaval. Llegó Guti, como se conoce al concejal que acaba de asumir esta área, e hizo borrón y cuenta nueva. Nada de trasladar el desfile de comparsas a junio haciéndolo coincidir con la Feria de San Juan, porque ni el clima es el mismo ni tiene mucho sentido mezclar dos fiestas que nada tienen que ver entre ellas. Y nada de reubicar el recorrido en la carretera de Circunvalación, pues el desfile se celebra al aire libre, donde las posibilidades de contagio disminuyen, y en avenidas amplias, donde el público puede observarlo desde los balcones, y los participantes pueden llevar mascarillas. Además, Guti es optimista y calcula que dentro de un mes los datos de la sexta ola sean una estadística superada. Si el domingo 27 de febrero no se puede celebrar porque la autoridad sanitaria no lo aconseja, se traslada al siguiente, y si no, al de después. Ya que 46 comparsas y 14 murgas están dispuestas a seguir adelante, las decisiones se adoptarán sobre la marcha. Es el riesgo del gestor. El peor de los escenarios posibles obligaría a suspenderlo todo. Puede ocurrir. Esta crisis es impredecible y podría suceder que todos los planes se rompan. Muchos otros más importantes se han hecho añicos.