Ya saben de mi pasión, o de mi obsesión por las historias . Esas que duermen, bien planchaditas entre las páginas de los libros, las que oyes sin querer por la calle, por esa costumbre de hablar por móvil en cualquier sitio, las que he conocido por ese trabajo mío, que, aunque muchas son para no dormir, siempre he pensado que podrían ser argumentos de mil novelas. También están las que me cuentan. Las que más disfruto. Espera que voy a arrellanarme en el sofá, espera que voy a por un té con galletas, espera que me quito los zapatos. Por supuesto que quito la tele, pongo en silencio el móvil, le miro con el ceño concentrado y los oídos prestos. Dispuesta a disfrutar. ¿Recuerdan la escena de memorias de África en la que Meryl Streep inventa un cuento a partir de una primera frase inventada?. ¿Recuerdan la cara embobada de Robert Redford?. Pues a mí se me ponen los mismos ojos chicos, se me mueve el bigote como a un gato ante una lata de sardinas. Espero que a ustedes le pase otro tanto porque les voy a contar una requetebonita. Tengo uno amigos canadienses tan buena gente y tan peculiares que cuando se les nombra en casa, la sonrisa es instantánea. Puedo decir de ellos, además de que que son canela en rama y unos chicos súper listos, que les gusta vivir. Con mayúsculas. Les gusta comer, bien comer. Aplauden, literalmente, mi comida, y da gusto prepararles comida española y verles repetir. Beben, divertidos, muchos Bloody Mary y brindan, mirándose a los ojos, con buen vino. Él adora la ópera y ella se duerme. Pero le gusta estar a su lado. Y además se ríe mucho cuando el se queja refunfuñando. Pero con lo que más disfrutan es con viajar. Hace unos días nos llegaron fotos de Irak, de Oriente Medio … Con la que está cayendo. De la Antártida, que, con ciertas edades se convierte en un «deporte de riesgo». Antes de Urbekistan, Kazaastan, Albania … La cara, a veces irreconocible, de Claudette detrás de un pasamontañas, un velo o toda suerte de sombreros, parece la publicidad de ‘Al filo de lo imposible’, un remake de la vuelta al mundo en 80 días, o el alter ego de la figura del jardín del padre de ‘Amelie’. Siempre sonriente, y en el escenario más insospechado. Pero no es de eso de lo que quiero hablarles. (Como me paso de caracteres límite de esta columna, permítanme citarles para el miércoles que viene y colgar el cartel de ‘continuará’).