Una aljama podía convertirse en catedral, o en iglesia de menor rango, de dos formas principales. La primera era derribándola por completo. Pero eso no fue habitual, porque suponía quedarse sin templo durante mucho tiempo. Y, lo más importante, se requerían muchos fondos para levantar un edificio de nueva planta y los recientes cabildos no estaban, en general, en condiciones de meterse en semejantes jardines. Habitualmente las aljamas iban transformándose de forma gradual. Puede hablarse de un proceso de fagocitación, amén del cambio de dirección y del añadido de una cabecera de proporciones adecuadas al antiguo oratorio musulmán –y a la capacidad de endeudamiento-. Las naves iban modificandose mediante el añadido de elementos constructivos nuevos, en la cabecera y en el presbiterio. A eso iban contribuyendo las familias poderosas, que adquirían capillas –por compra o edificación propia- y pagaban cuantiosas cantidades por hacerlo. Se trataba de demostrar fe y, sobre todo, riqueza. El espacio se repartía a golpe de monedero y el aspecto del nuevo templo podía ser más o menos uniforme según la capacidad eclesiástica –como gerentes, no como clérigos- para administrar el proceso. Las catedrales ricas solían llevar a cabo obras unitarias, financiadas con créditos de la Corona, de prestamistas o de familias, que adquirían el usufructo de capillas. Quedan muchos ejemplos y, vuelvo al caso de Toledo, la catedral que vemos hoy solo se acabó, reformas al margen, durante la regencia de Cisneros. Algo semejante parece haber ocurrido con la actual iglesia de San Agustín, en Badajoz. Poco a poco fueron añadiéndose capillas, hasta acabar por comerse la antigua mezquita y dejarla reducida a una torre, a, quizás, parte de un claustro y a una esquina, destrozada y desfigurada con el apoyo conjunto de la Diócesis y de la Consejería de Cultura. En definitiva, si la catedral de Lisboa se levantó de una vez y poco después de la conquista portuguesa, hubo de derribarse lo anterior a ella y organizar la continuidad del culto en otro lugar. De los restos arqueológicos aparecidos hasta ahora en su claustro no se desprende una evidencia material irrefutable sobre la supuesta aljama. Remataré.