Nueve lugares del Casco Antiguo de Badajoz contarán con cámaras de videovigilancia para intentar reducir los delitos y los actos incívicos y mejorar la sensación de inseguridad en este entorno, cuyos vecinos llevan décadas clamando soluciones para su revitalización. El proyecto de instalación de estas cámaras se anuncia desde años pero, como otras muchas iniciativas propuestas para intentar salvar el centro histórico de la ciudad, se ven afectadas por continuos retrasos que las eternizan.

Las cámaras se anunciaron en 2018 y en un primer momento iban a ser 40, pues abarcaban el recinto de la Alcazaba con la idea de proteger el monumento de actos vandálicos. Cuando el ayuntamiento licitó en marzo de 2019 una asistencia jurídica para implantar la videovigilancia, el pliego de condiciones hablaba de «un máximo» de 40 cámaras. No sabemos en qué momento pasaron de 40 a 9. En la reuniones que mantuvieron en septiembre de ese mismo año responsables del gobierno municipal con asociaciones de comerciantes y de vecinos les hablaron de que abarcarían toda la zona intramuros y se citó como ejemplo el sistema de videovigilancia de Pamplona, donde funcionan más de un centenar de cámaras. En aquel momento, los responsables municipales contaron que la Alcazaba quedaba fuera, porque tendría las suyas propias. Entonces se habló de una inversión de 300.000 euros, que coincide exactamente con la que se sacó a licitación el contrato para las que se van a colocar ahora en nueve ubicaciones, que se han adjudicado finalmente por 254.000 euros. De las nueve, una de ellas se situará en la Alcazaba, curioso. Concretamente, en el Museo Arqueológico. Parece que el ámbito de vigilancia se ha constreñido bastante. Las demás estarán en la plaza de España (2) y en las calles Amparo, Concepción Arenal, San Lorenzo Eugenio Hermoso, López Prudencio y Bravo Murillo.

Su instalación requirió la autorización de la Comisión de Garantías de Videovigilancia de Extremadura, dependiente del Tribunal Superior de Justicia. El permiso tardó un año y la licitación del contrato se retrasó. Con tan mala suerte -porque habrá que achacarlo al infortunio- que una empresa planteó un recurso, lo que provocó una nueva demora. Por fin la instalación de las cámaras del Casco Antiguo se adjudicó y el ayuntamiento puso fecha a su colocación, que tampoco se ha cumplido. La previsión del equipo de gobierno era que los trabajos empezarían a mediados de diciembre y cuando llegado el momento no se ha respetado este plazo, la excusa de los responsables es que han preferido posponer la colocación un tiempo más para no que no coincidiese con el inicio de las fiestas navideñas y así no causar trastornos a los ciudadanos. No concretaron qué tipo de trastornos ni a qué ciudadanos. Ya me dirán qué inconvenientes puede provocar la instalación de unas cámaras en ocho calles del Casco Antiguo durante las fiestas navideñas. Calles comerciales no son precisamente y turísticas mucho menos. Como mucho, algunas son zonas de paso para quienes decidieran ir a la plaza Alta a observar la escasa iluminación extraordinaria (sin ‘extra’) o escuchar unos minutos de villancicos cada hora.

A quienes realmente iba y va a molestar -esa es la intención- la puesta en marcha de estos dispositivos es a los camellos. Ahí está la explicación. Los camellos son un vehículo insustituible en Navidad. Así lo marca la tradición. Y si lo camellos se molestan y se enfadan, los Reyes Magos no llegarían a tiempo. Menuda faena. Aunque no acaba de cuadrarme el razonamiento, porque Sus Majestades siempre hacen el viaje a Badajoz en tren. Será que al caer la noche y pasar por el Casco Antiguo, echan mano de estos animales para moverse por sus angostas calles. A lomos de sus jorobas hacen menos ruido, para así no ser descubiertos. Cuando las cámaras funcionen, que ojalá sea pronto, camellos y reyes de la noche deberán ocultarse o, mejor aún, buscar otro lugar al que trasladar sus negocios.