Dicen que la Navidad, tal y como la conocemos en la actualidad, la inventó -o, al menos, la recuperó- Dickens con su Cuento de Navidad. Muchos son los maestros de la literatura universal que nos han regalado historias ubicadas en lo que Garci denomina la quinta estación del año. Navidad como caldo de cultivo para letras e historias negras o blancas con más o menos finales felices. La Nochebuena de Gogol, las cartas de Papá Noel de Tolkien, la Navidad diferente de Grisham o la de Truman Capote, el regalo de los Reyes Magos de O. Henry (éste sí que es un maestro de los finales), El ángel más tonto del mundo de Moore, la Noche de Paz de Mary Higgins Clark, las Navidades trágicas de Agatha Chistie o Dylan Thomas con La Navidad para un niño en Gales. Igual llegamos algo tarde para una larga e intensa sesión de lectura, pero son tiempos propicios para conocer o adentrarse en una época donde la literatura ha empleado sus mejores recursos para dibujar paisajes desde la inquietud a la esperanza, desde la generosidad a la soledad más iluminadora. Los clásicos hermanos Grimm con Los táleros de las estrellas, Hoffman con La aventura de la noche de San Silvestre o Andersen con La niña de los fósforos, otro Cuento de Navidad de Guy de Maupassant, Dostoievski con Un árbol de Navidad y una boda, Chejov con Vanka, Stevenson con Markheim, Pirandello con una Navidad en el Rhin, Las estrellas voladoras de Chesterton, Los muertos de Joyce, El regalo de Bradbury, Navidad en Ganímides de Asimov, El cuento de Navidad de Auggie Wren de Paul Auster (Harvey Keitel lo relata a la perfección en la película Smoke), El gigante egoísta de Oscar Wilde, los de Conan Doyle, por ejemplo, El carbunclo azul, El misterio de la Navidad de Jostein Gaarder, incluso Mujercitas, si me apuran, o los españoles Bécquer (la leyenda de Maese Pérez el organista), Clarín (El rey Baltasar), Valle-Inclán (Nochebuena), Emilia Pardo Bazán (La estrella blanca, La Navidad del pavo, El Belén o La Navidad del carpintero), Blasco Ibáñez (El premio gordo), Pérez Galdós (La mula y el buey), Azorín (Lo que llevaba el rey Gaspar), Gómez de la Serna (Cuentos de fin de año), el Libro de los visitantes de Jiménez Lozano o querida Marta Rivera de la Cruz con La primera tarde después de Navidad. Literatura de siempre, literatura diferente, para todos los gustos y edades, una literadeña que nos traslada a un mundo de cuentos y nos aleja, por salud mental, de esta realidad que es un infierno.