El Ayuntamiento de Badajoz está decidido a recuperar y reacondicionar el parque del Padre Eugenio, más conocido como de La Viña. Ha tardado en decidirlo. Este parque se inauguró en 2006 y será la tercera vez que se someta a obras. Durante años ha sido pasto del vandalismo y del abandono, del abandono y del vandalismo, porque ambos van ligados y son a la vez causa y consecuencia. El ayuntamiento había desistido de su recuperación en una decisión injusta para los vecinos del entorno.

Recuerdo que el anterior alcalde, el popular Miguel Celdrán, siempre que acudía a la inauguración de un nuevo espacio para disfrute de la ciudad, en su intervención delante de los micrófonos se dirigía expresamente a los vecinos para encomendarles su cuidado, pues de ellos, sobre todo de ellos, dependía que se mantuviese en buenas condiciones.

Es la pescadilla que se muerde la cola. La basura atrae basura. Si un potencial infractor busca un lugar donde depositar sus desperdicios, lo hará donde otros han amontonado los suyos antes. Lo mismo ocurre con el vandalismo. Un lugar ya deteriorado provoca el aprecio de los vándalos, que no dudarán en acometer sus fechorías en espacios faltos de atención. A su pedacito de alma, que alguna les quedará, les supondría un poquito de pesadumbre estropear un rincón coqueto del que los demás puedan disfrutar. El vandalismo atrae el vandalismo, pero no es justo que por la mala praxis de unos pocos tenga que sufrir el resto del vecindario. Ocurrió en el parque de La Viña, que durante años ha permanecido inservible para celebrar cualquier actividad cívica. Incívicas, las que se quieran. El ayuntamiento se dio por vencido y decidió que no iba a invertir ni un euro más en este lugar, a pesar de que las familias de su entorno tienen el mismo derecho que las de otros barrios a contar con un parque del que disfrutar.

Ha vuelto a suceder en el área infantil el Cerro de Reyes. Asegura el concejal de Medio Ambiente, Jesús Coslado, responsable de las áreas de juegos para niños que existen en la ciudad y en los poblados, que fueron los propios vecinos del parque de Cerro de Reyes los que pidieron al ayuntamiento que desmantelase los juegos. Al parecer, el suelo de caucho está destrozado por la presencia de caballos, que no entiendo qué pintan en un parque infantil. A este vandalismo equino se suma la presencia vespertina de los amigos del botellón, que habían hecho suyo este espacio. La solución: se acabó el parque. Si no lo cuidan, no lo merecen. Es un ejemplo claro del dicho ‘pagan justos por pecadores’. Como los pecadores no dejan de pecar, las familias con niños del Cerro de Reyes se quedan sin jugar. A los columpios de otra parte.

No es admisible que la única solución a este desmán sea arrancar de cuajo los juegos infantiles y dejar al barrio sin un lugar de reunión, que es lo que son en realidad los parques, para aquellos hogares con hijos en edad de tobogán. ¿Los propios vecinos pidieron que se quitasen los juegos? ¿Cuántos vecinos? ¿Los vecinos del parque? ¿Todos los vecinos de Cerro de Reyes? ¿La inmensa mayoría de los vecinos?

Acabar con el vandalismo es difícil. Puede que imposible. Pero dejarse amedrentar y, más aún, vencer por los gamberros que hacen un uso inadecuado de un espacio público no es de rigor. El ayuntamiento tiene que buscar la forma de castigar a los culpables, no a las víctimas. Ya sea con vigilancia policial, con cámaras de seguridad, con multas, con cualquier mecanismo capaz de disuadir a los infractores. No es tolerable que la solución por la que haya optado sea tirar por la calle del medio: si no sabéis cuidar de vuestro parque, os quedáis sin él. Si a nuestros políticos les aplicásemos esta misma regla, más de uno no seguiría en el lugar donde está. Ese lugar en el que deben tomar decisiones justas sin rendirse antes de encontrar la solución más acertada. Vandalismo hay en todos los barrios, pero parece que no a todos se les castiga por igual.