Antes de que la crisis sanitaria frenase fiestas, ferias y convocatorias convertidas en tradiciones, no había pueblo sin su carrera. Muchos aficionados a correr tenían marcado su calendario de competiciones en distintos municipios de su entorno que iban tachando en su listado de metas alcanzadas y su particular medallero. Las carreras en los pueblos son mucho más que una cita deportiva en la que además de los corredores participan los vecinos saliendo a las calles para animarlos y compartir el bullicio.

La localidad pacense de Guadiana (a secas) celebra el próximo 19 de diciembre la décima edición de su ‘Guadiatón’, una carrera acogedora en la que los inscritos realizan el recorrido ataviados con algún atuendo navideño. Como curiosidad, al menos en la edición que conozco, el final era especialmente simpático. En la plaza se concentraban todos los corredores, que no se apresuraban a marcharse para asearse, porque se celebraba un sorteo entre todos ellos en el que el premio reclamo era un jamón. Imposible resistirse. Nadie se marchaba hasta que la rifa terminaba y no era breve. Mientras tanto, se servía cerveza y convivencia a raudales.

Las carreras urbanas (o rurales) son mucho más que pruebas deportivas en la que los atletas miden sus fuerzas e intentan mejorar sus marcas. Las carreras populares tienen la particularidad de que muchos de quienes participan lo hacen por la satisfacción de terminarlas, como reto personal. Prepararse para culminar 21 kilómetros siempre es un desafío y si son 42, una heroicidad. Las carreras populares son además una cita social en la mayoría de los municipios donde se organizan. Ocurre en todos los pueblos y también en grandes ciudades, como Nueva York o Madrid, donde la gente se vuelca en las calles animando a los corredores. No hay que ir tan lejos. En Mérida, el Medio Maratón Patrimonio de la Humanidad tiene un itinerario precioso, por los lugares que recorre y porque el público toma las calles. El participante se olvida de su agotamiento cuando atraviesa el circo romano o se adentra en el teatro y al pasar delante del templo de Diana una banda de música ameniza el bello encuentro, para finalizar en la plaza de España atestada de corredores y vecinos que comparten un rato agradable de cañas y raciones. Lo mejor sin duda de esta carrera es la gente apostada a lo largo de todo el recorrido, en esquinas, rotondas y aceras aplaudiendo al paso de los atletas y animándolos a seguir. Un gesto sencillo que no cuesta nada, del que disfruta tanto el que aplaude como el aplaudido, que se siente arropado en su esfuerzo.

En Badajoz se recuperaron el fin de semana pasado el 28 Maratón Popular y el 6 Medio Maratón Ciudad de Badajoz, que estaban organizados para marzo de 2020 y que el estado de alarma desconvocó. La federación y los clubes de atletismo pidieron al ayuntamiento que rescatase estas ediciones y buscó una nueva fecha, alejada de la habitual, pues se han celebrado en noviembre, en la propia de la Elvas-Badajoz, con los ingentes preparativos que comporta por parte de la FMD, más aún en época de pandemia. No ha sido el clamor ciudadano el que las ha reivindicado, sino los propios corredores, que las echaban en falta. Acudieron, corrieron y disfrutaron. No así la gente, pues salvo familiares y amigos en la salida y en la meta, Badajoz era el domingo una ciudad fantasma. Ni en las esquinas ni en las rotondas ni en las aceras había apenas nadie, salvo voluntarios y policías que escoltaban el recorrido y algún despistado con una bolsa de churros. A quien le gusta ver pasar a los zapadores con sus cánticos, no hizo el esfuerzo de bajar y los grabó desde el balcón. Eso sí, las quejas por los cortes de tráfico no faltan nunca desde los días previos. Hasta el concejal de Limpieza criticó a los corredores por no tirar las botellas en las papeleras el compás de su esfuerzo. Era atletismo, no baloncesto. A pesar de su nombre, estas carreras no parecen de la ciudad y algo habría que hacer para mejorar esta marca.