La obra de la piscina de la margen derecha de Badajoz está ejecutada en un 25%. Un cuarto de piscina. Muy grande, muy cubierta, muy retráctil y muy moderna, pero aún no es casi nada, solo una cuarta parte de la primera fase. La idea nació gafada y ahí sigue, adelante pero a paso lento. Tres alcaldes han conocido este proyecto y puede que llegue a un cuarto, como lo que hay hecho de piscina. Y eso que han pasado más de 15 años desde que el popular Miguel Celdrán, ya fallecido, anunciase esta instalación para los vecinos de la margen derecha. Fue en 2006 y lo último que sabemos es que la constructora ha pedido una nueva prórroga de otro año más, con lo que, echando cuentas, no podrá estar terminada antes del verano de 2022. Que nadie se haga ilusiones pues, visto lo visto, puede ser la penúltima previsión.

La piscina de la margen derecha de Badajoz se iba a levantar inicialmente junto al Seminario y fue necesaria una permuta de terrenos del ayuntamiento con el Arzobispado. Es la parcela donde ahora se está construyendo el nuevo campo de fútbol de San Fernando que, por cierto, también se ha retrasado, pues la obra debía haber terminado este verano y no concluirá hasta final de año. El sucesor de Celdrán, Francisco Javier Fragoso, pensó que cuánto mejor sería una gran piscina de dimensiones olímpicas, con techo retráctil, para poder ser usada todos los meses del año, como no hay otra igual en 220 kilómetros a la redonda. Lo recordó Fragoso días antes de dejar la alcaldía, que abandonó con la pena -entre otras- de marcharse sin poder inaugurar este complejo deportivo. Demasiado complejo. El grupo municipal socialista lleva meses denunciando por activa y por pasiva que los trabajos en la parcela junto al pabellón Juancho Pérez no avanzan y que allí se ven pocos obreros. Por pasiva y por activa responde siempre el equipo de gobierno que todo está bajo control y que, de hecho, la Junta de Extremadura, que pone la mitad de la inversión (en total son 4,8 millones de euros), está conforme.

La piscina de la margen derecha debía estar terminada en diciembre de 2020. La constructora pidió una prórroga de seis meses, lo que retrasó a verano de 2021 las previsiones, por imprevistos. Fueron dos, que ya están solucionados. Por un lado apareció un manantial de donde salía agua en dirección al río y hubo que acometer una red de drenaje para reconducirla a un depósito, desde el que se bombea para las cisternas que surtirán los vestuarios y el riego del exterior. No hay mal que por bien no venga. Además, ha habido que colocar conducciones de saneamiento en el pabellón Juancho Pérez, donde existía una fosa séptica, a estas alturas de la historia de la humanidad en unas instalaciones deportivas a pleno rendimiento. Seis meses más para poner solución a estos dos problemillas y en esto que llegó el problemón de la pandemia, el parón y la ralentización de la actividad, que también afectó a esta obra, que no solo se vio inmersa en la situación de crisis general sino que el covid tuvo una incidencia directa, por contagios entre sus trabajadores. La constructora alega además que las estructuras que se tienen que colocar proceden de taller porque son prefabricadas, lo que frena el ritmo de los trabajos. Será por eso que allí no se ve a casi nadie.

Lo dicho: un proyecto gafado que, si no ocurre nada más, se inaugurará 16 años después de anunciarse. Una vez que concluya la obra, habrá que equipar las instalaciones, con lo cual, es mejor no hacer planes tampoco para el próximo verano, pues es más probable incluso que antes reabra Lusiberia. Sería el colmo que no la llegase a inaugurar el actual alcalde, Ignacio Gragera, de Ciudadanos, y que fuese el siguiente el que la estrenase y se hiciese la foto. Un cuarto alcalde al cargo de este proyecto, que ahora es solo un cuarto de lo que debería haber sido hace casi un año. Mejor no echar cuentas y tirar con la toalla en dirección a La Granadilla. O a San Roque.