A fines de los setenta del siglo XX el estudio de las fortificaciones era más bien un ejercicio de Historia del Arte. Una combinación de informaciones basadas en la apariencia, quizás decir estilísticas pueda parecer exagerado, y en la interpretación de las informaciones suministradas por los textos históricos. Se intentaba exprimir el sentido de los términos aparentemente técnicos usados por los cronistas. Y, en el caso de las fuentes árabes, especulando sobre hipotéticos significados, a falta de mayores conocimientos lingüísticos. Y era sorprendente la falta de comparación con ejemplos extrapeninsulares. La Arqueología de esa época llevaba muy arraigados los postulados nacionalistas y solía buscar invenciones locales en lo que solo eran copias de prototipos extranjeros, la mayoría romanos orientales. Badajoz no era una excepción. Pocos, por no decir ningún arqueólogo, se habían ocupado de la Alcazaba. En el mejor de los casos, arquitectos, imbuidos de otros métodos y revestidos, a veces, de tópicos históricos. Hacía falta enfrentarse con un cuerpo de doctrina muy consolidado, careciendo, cosa importante, de una orientación sobre las reformas sufridas por el monumento. A veces, no pocas, resultaba difícil distinguir las obras de reforma de las originales y era evidente que, merced al papel militar jugado por la plaza durante gran parte de su historia, las reparaciones, cuando no r estauraciones de envergadura, habían menudeado, empleando materiales y técnicas muy similares. Hubimos de emplearnos a fondo en los análisis, para separar lo arqueológico de lo etnográfico.

Pronto comenzamos a tener resultados contrastables, especialmente cuando pudieron ponerse en paralelo las constataciones morfológicas en las áreas amuralladas con las estratigrafías de los sondeos practicados en el subsuelo. Primer avance de gran importancia: el calificativo de almohade aplicado a la alcazaba es inexacto. O, dicho de otro modo, el área intramuros de la fortaleza se incrementó en un momento concreto y en los lienzos, torres y puertas quedaban trazas evidentes de esas ampliaciones. No todo fue siempre igual. Parecerá raro, pero esa constatación no fue propuesta de modo tajante antes de 1977.