Podría parecer que ha pasado más tiempo, pero solo ha sido un mes. No sé si ustedes habrán descansado, pero a mí me ha servido, sobre todo, para reflexionar. No siempre es fácil hacerlo en medio de las tareas del curso. Pero, por lo que se refiere a esta columna, me veo obligado a concluir la serie comenzada hace unas semanas. Quizás alguien se haya sorprendido de mi silencio, a lo largo de los pasados capítulos, sobre los propios muros de la Alcazaba. Sobre los análisis constructivos llevados a cabo allí. Me he referido, sobre todo, al yacimiento arqueológico, pero no al monumento. La evolución del segundo es indisociable de la del primero, pero su estudio hubo de abordarse con los pasos muy medidos. Puede interpretarse como una simpleza, pero en la primera aproximación era muy importante el contexto. Y la fortaleza de Badajoz, no solo la islámica, se había clasificado a base de interpretar textos, mejor o peor comprendidos, en el caso de los árabes, por arqueólogos. Muchos se consideraban y a veces seguimos considerándolos como tales, pero en un ejercicio de benevolencia. A esas alturas del siglo XX hacía mucho tiempo que la Historia del Arte o la de la Arquitectura habían dejado de ser Arqueología -incluso como ésta se entendía entonces-. Muchas teorías especulativas, pocas certezas científicas.

Después de dibujar un plano aceptable del recinto hubimos de empezar a examinarlo, lienzo a lienzo, torre a torre, puerta a puerta. Eso significó muchas horas de medición, conducida en paralelo con las labores de excavación. A veces parecía un esfuerzo interminable. Por entonces montamos un andamio en la puerta del Capitel y la dibujamos piedra a piedra. Por eso apreciamos que todo el material eran sillares graníticos reaprovechados, de distinta procedencia y textura, labrados “in situ”. La parte del león le toco al arquitecto Alfonso López Jimeno. No disponíamos de los métodos y medios accesibles en la actualidad y los alzados hubieron de dibujarse a cuerda, nivel y plomada. De ahí brotaron conclusiones y así pudimos acometer una correcta reinterpretación del conjunto amurallado. Avanzamos mucho. Era difícil ir más deprisa. Faltaban puntos externos de comparación.