Son socios pero no hermanos y cada uno tiene sus propios genes. Traspasado el ecuador del mandato municipal, tras el cambio en la alcaldía de Badajoz empieza la cuenta atrás para las próximas elecciones municipales y el PP no está dispuesto a dejarse comer terreno por un partido, Ciudadanos, con una representatividad muy inferior, no solo en la corporación municipal sino en las predicciones electorales.

A falta de candidato oficial del PP en Badajoz para la alcaldía tras la marcha de Francisco Javier Fragoso del ayuntamiento y de la presidencia provincial, la primera teniente de alcalde y también portavoz del partido, María José Solana, está dejándose ver, haciéndose notar y marcando distancias con el partido naranja. Lo está haciendo en las maneras. A sabiendas de la moderación que caracteriza la forma de actuar de Cs y que tiene fiel exponente en el consistorio pacense, sobre todo en la figura de su alcalde, Solana está queriendo dar la imagen de que su partido no es tan conformista. Lo hizo en el primer pleno que presidió el nuevo alcalde, Ignacio Gragera, que intentó por todos los medios calmar los ánimos de los presentes. En aquella primera sesión, la portavoz del PP acusó a Gragera de ser demasiado «benevolente» por no haber reaccionado con mayor contundencia a las acusaciones del socialista Pedro Miranda. Que el acuerdo entre PP, Cs y Vélez haya funcionado con aparente calma chicha durante los dos primeros años de mandato con Fragoso al frente no quiere decir que en los dos próximos vayan a aparentar la misma sintonía.

Los del partido naranja parecen muy satisfechos con su papel preponderante en la corporación, a pesar de ser solo 4 de 27. Fragoso se ha ido y los populares no están dispuestos a quedarse en un segundo plano. Lo han demostrado esta semana a propósito de la reunión que han mantenido Gragera y Samuel Moraleda, presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG), que es el organismo responsable de la situación del río, para bien y para mal. En estos momentos para mal, pues no hay más que mirar desde los puentes para comprobar la incidencia del problema del nenúfar mejicano. Los ciudadanos tienen claro que es un problema. Pero por lo que se desprendió de la reunión entre Moraleda y Gragera, ninguno parece tener conciencia de que sea demasiado gordo. Moraleda ni siquiera compareció ante la prensa y lo que se supo del contenido del encuentro fue por boca del alcalde. Lo que más ha trascendido es que el proyecto para el dragado parcial del río, que es la solución que ahora se baraja para controlar esta planta invasora, va a tardar más de dos años, el plazo para poder contar con el estudio de impacto ambiental, dado que se trata de una actuación muy agresiva en un entorno protegido. Dos años como mínimo. Gragera manifestó que confía en que pueda estar terminado antes, pero lo dijo sin el menor espíritu crítico hacia la inacción de la CHG.

A medida que transcurran los días de este mes el Guadiana se irá poniendo más verde porque las altas temperaturas favorecen el desarrollo del nenúfar. Gragera y Moraleda defienden que lo peor de esta planta es su impacto «visual» y que su incidencia medioambiental es menor que la del camalote. No es una postura muy tranquilizadora y el PP no ha tardado en desmarcarse de la ausencia de reivindicación por parte del nuevo alcalde ante la quietud de la Confederación. Solana compareció al día siguiente junto a su compañero Jesús Coslado para exigir a la CHG que agilice las actuaciones contra el nenúfar y que el papel del ayuntamiento tiene que ser el de reclamar soluciones para el río, no limitarse a escuchar, que es lo que parece que hizo Gragera. El PP ha enmendado la plana al alcalde que, aunque de Cs, es también el suyo por el pacto de alternancia que firmaron hace dos años. Jamás los de Ciudadanos habrían cuestionado así a Fragoso. Ya lo dijo Solana: «Cada uno tiene su forma de hacer política». Y tanto.