Quién lo ha visto y quién lo ve. Parece que el portavoz socialista en el Ayuntamiento de Badajoz y ganador de las últimas elecciones municipales, como a Ricardo Cabezas le gusta presentarse, ha decidido que le va a venir mejor, a él y a su partido, estar a buenas con el nuevo alcalde, por mucho que haya arremetido contra Ignacio Gragera en los dos primeros años de legislatura. El propio Gragera, cuando aún no era alcalde y ejercía de portavoz de Ciudadanos en el salón de plenos, sentado frente a la bancada socialista, se quedaba ojiplático cuando era objeto de repulsa por parte del portavoz del PSOE, que continuamente le echaba en cara que hubiese prometido regeneración política y lo que estaba haciendo era dar continuidad al gobierno popular y bailar al son de sus socios de gobierno.

Desde que llegó al ayuntamiento, Gragera ha dado muestras de que no acostumbra a alzar la voz. Hay quien piensa que habla demasiado bajito. No la alzaba antes y no parece que quiera hacerlo ahora que tiene el bastón de mando. En su discurso de investidura tendió explícitamente la mano a la oposición. Todos lo hacen bienintencionados el día de los aplausos, aunque la intención luego se traduzca en pocos hechos. Todos hablan de diálogo y de participación. El nuevo alcalde quería con su discurso cerrar una etapa en la que se había sentido incómodo, en medio del cruce de disparos entre Cabezas y su predecesor, Francisco Javier Fragoso. Así que el día en el que se calzó los zapatos de regidor soltó la frase: «Seamos aliados y no rivales, aparquemos la crispación».

No acababan de salir del palacio municipal y ya los portavoces de los dos grupos de la oposición mostraban sus dudas de que esta mano tendida fuese sincera. Es verdad que en lo que va de legislatura el gobierno de coalición no ha dado ni agua a la oposición, si acaso una esponja mojada en vinagre. Nunca ha tenido en cuenta sus propuestas. También es cierto que Cabezas no ha tratado precisamente bien a quien ahora es alcalde. Días antes de ser investido, en el impás desde que Fragoso dimitió, lo llamó de todo. Mercenario de la política dijo de Gragera. No sentó nada bien en Ciudadanos. Desde luego no daba la sensación de que Cabezas estuviese allanando el camino para un futuro entendimiento con quien sabía con seguridad que sería el próximo alcalde. Con semejante simiente contaminada no podía recoger buen fruto. Pero la política tiene su propio cronómetro y los tiempos los marca el ritmo de las sucesivas polémicas que solapan a las anteriores. Da la sensación de que el portavoz del PSOE se lo ha pensado mejor y ha decidido que el buen rollo le traerá más beneficios que el enfrentamiento continuo. Gragera se ha dejado estrechar la mano y besar la otra mejilla, la que le queda sin abofetear.

Cabezas convocó a la prensa hace unos días para correr un tupido velo a sus últimos comportamientos. Léanse los plenos en los que su grupo se opuso a dedicar una calle al exalcalde Miguel Celdrán, o el de despedida de Fragoso, en la que Cabezas no ahorró desprecios y tiró del listado de insultos. Estas posturas valieron al portavoz socialista más de una crítica por la imagen de faltón que pudo trasladar.

Quedan dos años por delante, los últimos, los previos a las próximas elecciones y los ciudadanos no son partidarios del enfrentamiento continuo. Tras los postigos de futuro de esta ciudad asoman proyectos ilusionantes de los que el PSOE no puede mantenerse al margen. Y lo sabe. De ahí su repentino interés en mostrar una actitud colaborativa con el nuevo alcalde, de la que va a sacar más rédito que de las expresiones de revanchismo. Si Cabezas piensa como piensa que es una opción viable de gobierno, bien puede empezar a tallar una imagen de consenso para hacer partícipe a su partido de los acuerdos que en los próximos años se van a esculpir en el ayuntamiento en beneficio de la ciudad. Para eso está donde está.