No conozco con precisión los daños que produjo en la Alcazaba de Badajoz el asedio al que los militares sublevados sometieron a la ciudad a mediados de agosto de 1936. Quizás se conserve algún informe en algún archivo donde se especifiquen. Parece posible. No solo aquí, también en otras ciudades, los facciosos se apresuraron a reparar los daños causados por ellos mismos en el Patrimonio Histórico. Incluso, en ciertos casos, antes de finalizar la contienda. Carezco de constatación arqueológica del suceso, salvo una granada de mortero sin explotar excavada en la ladera oriental de la fortaleza, el año 1980. Fuese cual fuese la magnitud de los daños el arquitecto Félix Hernández Giménez, residente en Córdoba, fue el responsable, en 1944, de acometer las primeras restauraciones. No deja de ser curioso. Después de varios intentos por investigar el sitio y de dos visitas del también arquitecto Leopoldo Torres esas labores se acometieron no por interés científico, sino por disimulo político. Don Félix era un gran técnico, como don Leopoldo. Pero éste escribió dos artículos que, antes de Terrón, fueron lo más citado entre especialistas a propósito del monumento badajocense. Todos organizaron y opinaron, pero ninguno movía los límites del conocimiento. Antes de la restauración Hernández realizó un minucioso proceso de documentación y levantamiento de planos. Sus dibujos se conservan en el Museo Arqueológico de Córdoba. Eso fue un avance, nunca antes se había ejecutado tal empresa. Lástima que solo se usaran a efectos de obra; científicos en menor medida. Sus aportaciones fueron muy importantes para la geografía histórica de Extremadura.

Total, muchos datos históricos, a pesar de faltar por editarse alguna de las fuentes árabes más importantes para la historia de la ciudad: parte de la edición española de la Memorias de Abd Allah, último rey taifa de Granada. Lo hizo el profesor Emilio García Gómez en el VI Congreso de Estudios Extremeños (1979). Y desde ahí, aprovechando en la medida de lo posible las aportaciones de tanto técnico, hubo de arrancar la Arqueología, con tacto, porque casi todo eran suposiciones, teorías, y había, sobre el terreno, muy pocas certezas.