Puede discutirse, refiriéndose a investigaciones que precedieron a la excavación arqueológica de nuestra Alcazaba, el papel investigador de Manuel Terrón Albarrán, reciente y lamentablemente desaparecido. La Alcazaba, Badajoz, le debe mucho a Manolo, a su entusiasmo, un poco exagerado, a veces. Su posición social, en aquellos tiempos, le permitía codearse en Madrid con el círculo del profesor Emilio García Gómez, el gran arabista –entre otras muchas cosas– en la Real Academia de la Historia –no todos podían permitirse ese lujo–, y su próspera economía, disfrutar de una extraordinaria biblioteca especializada –ojalá no se pierda para Extremadura–. Tuve el honor de visitarla, asunto difícil. Nunca hasta entonces había tenido en mis manos un ejemplar original de la obra del gran R. Dozy sobre la historia de la dinastía abbadí de Sevilla. Fundamental para la historia de Batalyaws. Y, además, Terrón era un gran cazador y pescador –ya sé lo que me van decir: no alabo, constato–. Pero no un mero coleccionista de trofeos. Un auténtico geógrafo, a la antigua. En el curso de sus excursiones y monterías, relatadas de modo apasionado, estudiaba con detalle y mucha perspicacia los paisajes, los accidentes del terreno... En fin, la orografía. Y lo comparaba con los textos históricos con buenísimo ojo. Es esa, sin duda, su mayor aportación científica –sí, científica–. Sus orondas obras sobre el reino de los aftasíes –los llamó aftasidas– no aportan fuentes originales, pero están cuajadas de anotaciones perspicaces, especialmente geográficas. Sé que para parte de la sociedad badajocense don Manuel era personaje de discutibles actitudes y posicionamientos. Pero no me refiero a eso. Más quisiéramos que algunos de nuestros ediles actuales tuvieran ese nivel de conocimientos.

En definitiva, M. Terrón movió Roma con Santiago hasta conseguir que alguien viniera a excavar la Alcazaba, visto que a los expertos locales no les molaba eso de no encontrar mosaicos romanos. No solo él, pero eso es otro capítulo. El conocimiento histórico había llegado al límite. Faltaba la Arqueología para poner las cosas en su sitio. Algunas. Aun cuestionando bastantes afirmaciones de esos libros tan gordos. Fue un mérito.