Podría parecer que la disputa propagandística sobre los hallazgos arqueológicos en el patio de la mezquita/catedral de Córdoba y las manifestaciones del alcalde de Badajoz al inaugurar el infantil mural conmemorativo de la conquista de la ciudad por Alfonso IX son sucesos inconexos y, acaso, sin importancia. Ésta depende de la opinión de cada uno.

Desde mi visión de historiador -y de ciudadano- tiene mucha más de la aparente. Son casos paralelos de revisionismo, de manipulación histórica. De contar solo la parte de verdad que interesa. Nada nuevo, aun siendo actual, pero con impacto. Más en el primer caso que en el segundo. Quizás alguien piense legitimar, simbólicamente, la propiedad actual de la catedral cordobesa sobreinterpretando los restos sacados a la luz. ¿Que ya hubo un conjunto episcopal donde se levantó la mezquita? Es probable y está escrito. Pero la arqueología solo demuestra, no legitima. El cabildo cordobés, patrocinador de unas investigaciones que ninguna administración civil se molestó nunca en patrocinar, está en su perfecto derecho de hacer la propaganda que quiera. Pero sin tergiversar, ni falsificar, ni difundir medias verdades. Una cosa es investigar y otra emplear los resultados científicos a guisa de sutil arma arrojadiza. Sobre todo porque los resultados finales son aún desconocidos.

Lo de Badajoz es peor. El Ayuntamiento no paga ninguna investigación arqueológica seria con fines científicos, solo turísticos. Y tiene infeudadas sus decisiones en las llamadas «rehabilitaciones» de su patrimonio de origen islámico. Pero se permite emitir mensajes difundiendo versiones mendaces de la historia por motivos de oportunismo político, apoyándose en iniciativas ciudadanas, quizás bienintencionadas, de muy cortos vuelos intelectuales. No es este revanchismo el mejor camino para fomentar el conocimiento y la tolerancia, en una población de ya bastantes musulmanes con pasaporte español. No es delito hacer revisionismo histórico, pero conviene, al menos, informarse bien y dejar de jugar con fuego. Lo que no justifica ni el vandalismo, ni la violencia de terceros. Y, ya puestos, es bueno leer y documentarse, porque hay bibliografía más que suficiente.